El escritor mexicano Julián Herbert, autor de “La Casa del Dolor Ajeno”. MARIO RUIZ / EFE
En 2014, cuando el escritor mexicano Julián Herbert (Acapulco, 50 años) investigaba en Torreón, Coahuila, para uno de sus futuros libros, le preguntaba a varios taxistas de la ciudad si sabían quién era responsable de una masacre que ocurrió allí en 1911 contra la comunidad china. “Mi general [Pancho] Villa”, le dice uno. “Han de haber sido los Zetas, ¿no?”, dice otro. Un tercero le hace un gesto con la cabeza para indicarle que no tiene idea. “¿Y usted”, le pregunta. “¿Usted sabe algo?”
Herbert sabía mucho. No fue Pancho Villa y no fueron los Zetas. Pocos meses después de iniciada la Revolución mexicana, fueron rebeldes maderistas y ciudadanos de Torreón los que cometieron un genocidio allí: asesinaron a 303 migrantes chinos, entre el 13 y el 15 de mayo de 1911. “La matanza de chinos de Torreón es un episodio revelador y soterrado de la Revolución mexicana”, escribe Herbert en La Casa del Dolor Ajeno, publicado por Random House en el 2015, una “antinovela histórica” que recoge fuentes académicas o judiciales sobre este evento silenciado en la memoria colectiva.
El libro recobra relevancia política esta semana por un evento del Gobierno. El lunes en la mañana, el presidente Andrés Manuel López Obrador viajará a Torreón a ofrecer disculpas a la comunidad china por esta masacre, el segundo de tres eventos de perdón que ha planeado este año (los otros dos son a los pueblos indígenas yaqui y maya). En este caso, si bien la xenofobia contra la comunidad china creció en los años del porfiriato, el presidente tendría que admitir el lunes la responsabilidad de los hombres que admira, los revolucionarios maderistas. Tendría que ofrecer perdón a nombre de sus amigos en la historia, no solo sus enemigos.
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Julián Herbert vive en Saltillo, Coahuila, y habló con EL PAÍS sobre lo que ocurrió en Torreón, las fibras que toca el presidente con este evento silenciado, y el tipo de reparación que preferiría para los migrantes.
Pregunta. ¿Cómo se explica que haya llegado esta migración de comerciantes y agricultores chinos hasta el norte de México?
Respuesta. Para entender eso primero hay que entender que hubo una gran migración de chinos, específicamente de cantoneses, entre 1849 y 1949. Durante un siglo, desde las provincias del sur de China, de Cantón, emigraron alrededor de ocho millones de personas. Esa es casi la población de Honduras. Fue un evento migratorio masivo por causa de una confluencia de hechos funestos en China.
Pero para la migración cantonesa, no se trataba de emigrar a México. Se trataba de emigrar a América en un sentido amplio: al sur de Estados Unidos, al norte de México, a las islas del Caribe. En el caso específico de México, los migrantes llegan con la intención de cruzar a Estados Unidos. Los que se van quedando en México se concentran en el noroeste del país, en Sinaloa, en Sonora, y este número se incrementa después del acta de prohibición en Estados Unidos, a finales del siglo XIX, con el que se les prohíbe la entrada. Entonces los chinos se convierten en los primeros mojados. En realidad, la primera migración ilegal que se da de México a Estados Unidos no es de mexicanos, sino de chinos.
P. ¿Y por qué muchos de ellos se quedan en Torreón, Coahuila?
R. Torreón es una ciudad que tiene una historia muy particular. Las ciudades de México tenían siglos o por lo menos decenas de años de existir, y Torreón recibe su estatuto de ciudad hasta 1907. En el momento en que sucede la gran diáspora china, está también fundándose la ciudad. Ahí llega alguien muy particular, un filósofo y político chino que se llamó Kang Youwei. Él llegó a ser ministro del Interior de China durante la reforma de los cien días, que es un momento en el que un joven emperador tomó el poder y trató de modificar el pensamiento económico. Le dan un golpe de Estado, lo encarcelan, y Kang Youwei es condenado a muerte. Kang se refugia primero en Estados Unidos, pero trae una gran inversión, porque sustrae parte del tesoro. Alguien le dice que en México hay una ciudad donde puede invertir, porque acaba de nacer, y es Torreón. Kang Youwei se asocia con el líder económico de Torreón y empieza a invertir en la ciudad hacia 1908. La prosperidad de la comunidad china de Torreón es repentina, y es la única comunidad que le hace competencia económicamente a la migración europea y a la burguesía mexicana. Eso es un factor súper determinante para lo que sucedió después. La comunidad china de Torreón no es la más numerosa, pero sí es rica. El único banco chino del país estaba en Torreón.
P. ¿Cómo se fue tejiendo al mismo tiempo un discurso sinófobo allí?
R. La tesis tradicional ha sido que el pueblo llano, en un momento de violencia espontánea, asesinó a los chinos de Torreón. Yo no estoy de acuerdo con esa tesis. Primero, ya había una xenofobia construida desde Estados Unidos, y la mayoría de esas ideas vienen de una serie de textos que se publicaron en Nueva York y Boston a finales del siglo XIX. Esa xenofobia tenía una vía directa con las élites mexicanas y particularmente con las élites de Coahuila. Muchos de los hijos de esas familias de élite, e incluso los profesores que daban clases en esta región, se forjaron en Bridgewater, y otros colegios de Massachusetts y Nueva York. La xenofobia antichina aparece en la prensa mexicana, pero referida a La Laguna (zona donde está Torreón), desde finales del siglo XIX. El primer documento antichino publicado en México es de Coahuila, de 1876, antes de que los chinos llegaran, diciendo ‘no queremos que vengan’.
Luego, con ese discurso se mezcla otro, que es el discurso de anarquistas y sindicalistas, sobre todo a través de los ferrocarriles. Los ferroviarios tenían un problema con los chinos cuando estos empiezan a llegar. Los chinos empiezan a trabajar, como cualquier migrante, por sueldos muy bajos. Entonces los sindicalistas están indignados porque eso hace que los sueldos bajen y rechazan la migración. Y en última instancia, se incorpora ese discurso en clases populares. Uno de los que participa en la masacre es un vendedor de verduras. Los chinos habían comprado mucho terreno, habían puesto huertas de verdura en el este de la ciudad, y se habían adueñado de buena parte de los puestos de venta de verduras. Se mezcla ese discurso con un tema de competencia económica.
P. Arranca la Revolución mexicana y los chinos quedaron en el fuego cruzado entre porfiristas y maderistas. ¿Es cierto que los maderistas justificaron la masacre diciendo que los chinos estaban del lado de los porfiristas?
R. Ese fue un argumento que surgió muy rápido. La primera “investigación” se la comisionan a un soldado maderista que no tenía formación legal. Él es el primero que dice que los chinos atacaron a las tropas. Eso es absolutamente falso. Primero, un doctor llamado Walter J Lim recorrió las huertas junto con un militar maderista, y en un documento firmado por ambos dan fe de que no había disparos de ese lado hacia el otro. Las balas solo iban en una dirección. Luego, el cónsul de Estados Unidos en Torreón participó en los recorridos también, y también dijo que los chinos fueron perseguidos y fueron ejecutados de manera sistemática, y que no tenían armas. Y existen además los informes forenses. Los cadáveres fueron atendidos, y existen declaraciones de una enfermera que describe los cadáveres. Dice ella que la mayoría [de los chinos asesinados] tienen disparos en el pecho y en la cabeza. No pueden haber muerto en combate, porque no hay tiradores con tanta precisión como para darles en el corazón y en la cabeza a todos. Demuestra que fueron ejecutados. La otra es que muchos de ellos tenían partida la cabeza, con un golpe de machete, con una fuerza que sólo se podía dar de una altura muy superior. Es decir, fueron ejecutados a machete desde los caballos.
El 20 de febrero de 1912, los chinos residentes en Torreón, realizaron un desfile para exigir protección a las autoridades. ARCHIVO MUNICIPAL DE TORREÓN
P. ¿Quién era el doctor Walter J Lim y por qué su vida es un símbolo de lo que pasó en mayo de 1911?
R. Lim es un personaje que me emociona mucho, me gana siempre la emoción cuando hablo de él. Lim es doctor, y se entera de la masacre en la mañana del 15, porque está ocupado atendiendo pacientes de la guerra civil. Lim en un momento sale a fumarse un cigarro, y alguien llega y le dice ‘escóndete, que están matando a los chinos en la calle’. Y Lim no se esconde sino que agarra una camilla y sale a la calle. Lo que me conmueve es eso, su gesto. Me parece que en él está la otra dimensión de la tragedia. Torreón es una ciudad compleja, pero hubo gente que trató de salvar a los chinos, gente que era china como Lim, y otros que no.
Lim además es alguien de quien tenemos muchos datos. De muchos de los que estaba allá no sabemos aún los nombres, no sabemos nada. Pero de él sí porque tenía un liderazgo muy particular en la ciudad. No era un líder económico, sino más bien como un líder moral de la comunidad. Por eso se le permite testificar luego. Lo poco que sabemos del lado chino de la masacre está en el archivo de Relaciones Exteriores, ahí está la declaración del doctor Lim. Para mí es una voz invaluable, porque es la voz de los vencidos, la voz de los muertos.
P. ¿Por qué la casa de Lim es un símbolo del silencio que ha existido frente a la masacre?
R. Bueno, su casa se convirtió luego en el Museo de la Revolución. No era la casa en la que vivía, sino era como un chalet donde él tenía su huerta, y su casa la cuidaba su hermana, que es la única mujer que aparece mencionada en los documentos. Ella estaba sola, los maderistas irrumpen en la casa, y probablemente abusan de ella, o eso deja entrever Lim en su testimonio. No lo dice de manera directa. También los maderistas maltratan a sus hijos. Finalmente logran salvarse, y el lugar sigue en pie. Ahora, en tiempos modernos, es el Museo de la Revolución. Para mí, lo que hay ahí es una especie de doble saqueo: el saqueo en la casa, y el saqueo de la memoria. La masacre no está representada en el Museo de la Revolución, a pesar de que allí, esa casa, fue parte de una persecución genocida contra los chinos de la ciudad.
P. El presidente va a ofrecer disculpas a la comunidad china este lunes. ¿Ha habido otros gestos de perdón desde 1911 o este es el primero de parte de un mandatario?
R. Hace 10 años se hizo una ceremonia de desagravios [a través del Ayuntamiento], que promovió el cronista de la ciudad, Sergio Corona. Bueno, pusieron una placa y pusieron una escultura de un hortelano cantonés. Pero la placa se la robaron, y la escultura la derribaron. No sé qué va a pasar ahora con este evento. Cuando yo fui a presentar La Casa del Dolor Ajeno a Torreón, me cerraron todos los centros culturales, y amenazaron con cortar la luz del lugar donde lo iba a presentar. El torreonense no quiere ver esta historia. A mí me dijeron en la cara, ‘esta historia es nuestra, no es tuya’. Esa es la actitud de muchos torreonenses, al menos de la clase alta. Y la otra cosa que alguien me dijo fue, ‘tú, en este libro, hablas mal de mi abuelo’.
P. ¿Y qué opina de este gesto de perdón de López Obrador en Torreón?
R. Aún no estoy muy seguro de que una ceremonia de perdón sea lo mejor. Me parece que la reconciliación es más importante. ¿Qué significa eso? Uno de los prejuicios que había contra los chinos era que no se mezclaban. Y eso ha demostrado ser falso. La comunidad china también ha entrado en las venas de este país. Venimos de los chinos como venimos de otras comunidades. Hoy son parte de nuestro mestizaje. Puede que no haya sido una raíz tan extendida como otras, pero es reconocerlos como parte de nuestra propia herencia mestiza.
También siento que el presidente López Obrador tiene una sensibilidad acerca de qué cosa irrita a las élites. Tiene muy claro cuáles son los nervios que están a flor de piel de las élites, y este es uno de ellos. Eso sí me queda muy claro: tocar esta historia desde la Presidencia de la República es una patada en la espinilla muy dura para un sector de las élites. La sociedad torreonense está mucho más dispuesta a dialogar con esta historia sobre la masacre que la burguesía de allí. Y bueno, parte de la burguesía allí incluye al líder de FRENAA (Gilberto Lozano), que es uno de los propietarios de Soriana. Entonces, yo no creo tampoco que esto esté completamente desvinculado de esa visión, porque López Obrador tiene una visión política.
Pero por lo pronto, a mí me parece que es un evento trascendente porque le da un foro a este tema, y para mí esta historia es muy importante. A mí, más que el evento político, me interesa que este tema está cobrando relevancia nacional.
P. ¿Ve un paralelo entre esta masacre de 1911 y la violencia del Estado mexicano hoy contra los migrantes en el norte del país?
R. Sí, por supuesto, y hablo de eso en el libro. El problema de fondo no es solo ese momento histórico, sino que esto trata con un imaginario de país hoy. No solo los malos tratos a los migrantes centroamericanos que es, por supuesto, lo más grave, lo más evidente. También me preocupa cómo se sigue recibiendo la migración asiática en México, porque los prejuicios antiasiáticos se mantienen. Yo vivo en Saltillo, que es una ciudad donde hay una comunidad coreana, y es como si no hubiera pasado nada. Aún hay un lenguaje racista. Pero en esta ciudad también ha habido un largo proyecto contra el poder, desde la Iglesia, con respecto a la migración: hay una Casa del Migrante que es estratégica, y tuvimos hasta hace poco un obispo que era una gran figura para los migrantes.
Insisto que antes que hablar de perdón, me parece más importante hablar de reconciliación. ¿Cómo podrías hacerlo? Existió hace años un compromiso concreto de pagarle al Gobierno chino tres millones de pesos en oro. Eso habrá acumulado intereses muy impresionantes a estas alturas. No digo que se le pague al Gobierno chino, pero sí me parece que eso es algo concreto. Ahí hay una cantidad económica que se debe como indemnización a migrantes que sufrieron violencia. Se puede crear un fondo, por ejemplo, para protección y socorro de migrantes. Si el ofrecimiento de perdón incluyera una indemnización que creará un fondo para migrantes, me parecería una súper decisión, una reparación efectiva y dirigida a que eso no vuelva a suceder. Bueno, pero algo así pasaría…si viviéramos en otro país.
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