En un choque entre el prestigioso New York Times (NYT) y el gobierno mexicano, se ha encendido una batalla por el control de la narrativa sobre la crisis del fentanilo. El NYT presenta un escenario casi cinematográfico de “cocineros” que parecen inmunes a esta mortal droga, mientras que las autoridades descartan tales afirmaciones y exigen pruebas científicas.
Este enfrentamiento ilustra el eterno conflicto entre la necesidad mediática de titulares impactantes y la estrategia oficial de minimizar las fallas en la lucha contra las drogas. Según el NYT, el Cártel de Sinaloa reubicó su laboratorio con una agilidad sorprendente, lo que cuestiona la eficacia del gobierno. Sin embargo, los funcionarios señalan que la extrema toxicidad del fentanilo hace imposible manipularlo sin equipo especializado, y que la supuesta tolerancia carece de sustento científico.
¿Estamos ante un error del NYT o una táctica del gobierno para desviar la atención de su incapacidad de controlar el problema? Más importante aún, ¿quién realmente se beneficia de esta confusión informativa?
El gobierno admite que la producción ilícita de fentanilo persiste, pero cuestiona el enfoque sensacionalista del NYT. Aunque el tráfico en Sinaloa no ha cesado, las autoridades destacan que las reformas legales y la coordinación interinstitucional han complicado las operaciones criminales. Sin embargo, ¿es esto suficiente para revertir el impacto devastador de esta droga?
Este enfrentamiento expone una verdad incómoda: la narrativa en torno al fentanilo necesita más que transparencia y rigor, exige resultados tangibles. Si no se asume esta crisis con la seriedad que merece, el fentanilo no solo seguirá matando personas, sino también el futuro de una sociedad que se hunde en su incapacidad de enfrentar la verdad.
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