El primer encuentro de altos vuelos entre la Administración de Joe Biden y el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador se ha saldado con una escenificación de sintonía y con el aplazamiento de los acuerdos sobre las cuestiones de fondo hasta la reunión personal convocada para el 8 junio con el viaje de la vicepresidenta Kamala Harris a México. Durante la primera toma de contacto de este viernes, por vía telemática, ambas partes han incidido en su disposición a colaborar en un plan conjunto para dar respuesta a la crisis migratoria que ha desencadenado el mayor número de entradas ilegales a EE UU en 15 años.
La vicepresidenta Kamala Harris afirmó al comienzo de la reunión que Estados Unidos y México deben “combatir juntos la violencia y la corrupción”, lacras en la génesis de las situaciones de miseria que empujan a miles de migrantes sin documentos a la frontera que comparten ambos países. “La mayor parte de la gente no quiere dejar sus hogares y cuando lo hace es porque están forzados por algo, porque no hay oportunidades en su país”, añadió.
Harris ha asumido el encargo del presidente Joe Biden de ocuparse de las relaciones diplomáticas con el llamado Triángulo Norte —Guatemala, Honduras y El Salvador— y con México en lo referente a la presión migratoria tras cuatro años de Administración de Donald Trump marcados por una retórica de mano dura. El discurso ha cambiado radicalmente con la Casa Blanca en manos demócratas, pero Washington ha recalcado, igualmente, la necesidad de detener el flujo irregular de llegadas.
López Obrador, por su parte, usó un viejo refrán atribuido al dictador Porfirio Díaz —”Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”— para ilustrar el cambio de paradigma en las relaciones bilaterales tras el turbulento mandato de Trump. “Ahora son mucho mejores. Nos vamos a seguir entendiendo, tenemos muchas cosas en común y estamos de acuerdo con la política que ustedes están emprendiendo en materia migratoria. Nosotros vamos a ayudar, pueden contar con nosotros”, ha añadido.
En el mismo sentido, Harris ha hecho hincapié este viernes en la voluntad de Estados Unidos de trabajar de forma “bilateral” con México y “multilateral” junto al resto de aliados para tratar de solucionar los motivos de origen de la migración procedente de Centroamérica. Buena parte de las soluciones tienen que ver con los dólares contantes y sonantes. Washington ha decidido impulsar un plan para invertir hasta 4.000 millones en cuatro años en la región, pero advierte de que estos quedan supeditados a la lucha contra la corrupción. De hecho, el plan incluye también aportaciones directas a las ONG con el fin de evitar que se desvíen recursos.
La propuesta mexicana, en la que ha incidido López Obrador durante la reunión, es la prolongación de algunos de sus programas sociales en los países vecinos del sur. En concreto, Sembrando vida. Para López Obrador, la siembra de tres millones de hectáreas en Centroamérica contribuiría a detener la migración hacia EE UU, bajo la premisa de que crearía 1,3 millones de empleos en la región. Un plan que pasa por la inversión conjunta de ambos países, así como la otra gran apuesta mexicana, el proyecto de cooperación y desarrollo anunciado en 2019 y auspiciado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
La vicepresidenta criticó, el pasado martes, durante su intervención en la Conferencia de las Américas organizada en Washington, la destitución de la Sala Constitucional de la Suprema Corte de Justicia de El Salvador y llamó a “responder”. “Este fin de semana, supimos que el Parlamento salvadoreño tomó medidas que socavan al más alto tribunal”, dijo. “Un sistema judicial independiente es crucial para una democracia sana y una economía fuerte. En este frente, en todos los frentes, debemos responder”, enfatizó, sin más detalles.
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