Después de la captura del líder del Cártel de Sinaloa, Ismael “El Mayo” Zambada, en Estados Unidos, la ciudad de Culiacán se ha convertido en un campo de batalla. Los enfrentamientos entre las facciones rivales han desatado una ola de violencia que ha dejado un rastro de sangre y destrucción.
La tensión se palpaba en el aire desde el momento en que se dio a conocer el arresto de “El Mayo” el pasado 10 de agosto. Los habitantes de Culiacán temían una feroz represalia por parte de “El Mayito Flaco” contra los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán. Y sus peores temores se hicieron realidad en la madrugada del 9 de septiembre, cuando los sonidos de las balaceras sacudieron la tranquilidad de la ciudad.
Desde entonces, los incidentes violentos se han sucedido sin tregua. Tiroteos, asesinatos, bloqueos de carreteras y hasta el hallazgo de una cabeza humana han sembrado el terror entre los ciudadanos. Según informes de la Fiscalía General de Sinaloa, los enfrentamientos entre las facciones han dejado un saldo de 19 muertos y 28 desaparecidos.
Las fuerzas de seguridad han respondido con rapidez a cada uno de estos ataques, pero parecen estar luchando contra una hidra de múltiples cabezas. Cada vez que logran controlar una situación, surgen nuevos focos de violencia que amenazan con consumir a Culiacán.
En estos momentos, la ciudad se encuentra en un estado de alerta máxima, con operativos militares y policiales desplegados por las calles. Pero la sensación de inseguridad y miedo persiste entre los habitantes, quienes temen por sus vidas en medio de esta guerra sin cuartel entre los capos del narcotráfico.
¿Cuánto tiempo más podrá Culiacán soportar esta espiral de violencia? Solo el tiempo lo dirá, pero una cosa es segura: el corazón de Sinaloa late con un ritmo de balas y sangre, y la sombra del narco se cierne sobre él como una amenaza constante.
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