El Nobel que se tatuó su descubrimiento: la increíble historia del científico que escapó de la guerra

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Un tatuaje con ciencia y rebeldía

A los 57 años, el premio Nobel de Medicina Ardem Patapoutian hizo algo inesperado: se tatuó en el brazo derecho la estructura molecular que lo hizo famoso. No fue una decisión impulsiva – su esposa, la científica Nancy Hong, le sugirió esperar un año para asegurarse de que no era “la crisis de la mediana edad”. El resultado: una impresionante representación de las proteínas Piezo, responsables del sentido del tacto y otros procesos vitales.

De Beirut a Estados Unidos: una odisea científica

La vida de Patapoutian parece sacada de un guión cinematográfico. Nieto de sobrevivientes del genocidio armenio, creció en un Beirut dividido por la guerra civil. A los 17 años, milicianos lo secuestraron y le apuntaron con un arma en la rodilla en un absurdo “test de espionaje”. Ese momento lo marcó: “Llegué a casa y pensé: ‘Me voy de este país'”.

Su viaje lo llevó a Los Ángeles, donde comenzó repartiendo pizzas para Subway mientras aprendía inglés. Hoy, es investigador en el prestigioso Instituto Scripps en San Diego.

El descubrimiento que cambió la neurociencia

Las proteínas Piezo, descubiertas en 2010, son como interruptores moleculares que convierten la presión mecánica en señales nerviosas. Controlan desde la presión arterial hasta la respiración y la excitación sexual. “Estamos descubriendo una nueva biología”, explica Patapoutian, mientras muestra cómo su tatuaje se mueve con cada flexión del brazo.

Un científico contra las políticas antiinmigración

Patapoutian no guarda silencio sobre su postura política: “El 40% de los ganadores del Nobel en EE.UU. son inmigrantes, pero este gobierno no aprecia ni la ciencia ni la inmigración”. Rechazó una oferta de 20 años de financiación en China por lealtad a su país adoptivo, aunque advierte: “Para muchos científicos excelentes, estas ofertas pueden ser imposibles de rechazar”.

Los sentidos que no conocías

El investigador desafía conceptos tradicionales: “La idea de los cinco sentidos es ingenua”. Explica la propiocepción -nuestra capacidad de sentir la posición corporal- como el sentido más subestimado. “Puedes cerrar los ojos e imaginar cómo es ser ciego, pero no puedes apagar la propiocepción”.

Cinco reglas para hacer ciencia (y vivir)

  • No estar siempre ocupado: “Si estás muy ocupado, no eres creativo”
  • Cambiar de área como un inmigrante: mezclar conocimientos
  • Rodearse de críticos honestos
  • No seguir consejos ciegamente
  • Hacer ciencia por diversión: “La investigación impulsada por la curiosidad suele dar las aplicaciones más importantes”

Entre risas y reflexiones profundas, Patapoutian demuestra que la ciencia y la vida pueden ser igual de fascinantes. Su historia es un recordatorio del poder de la resiliencia, la curiosidad y, sí, incluso de un buen tatuaje científico.

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