Son las 9:40 de la mañana del cinco de febrero del 2024, hora en Ciudad de México. Nuestros corresponsales San Salvador apenas han dormido tres horas luego de una extensa jornada electoral.
En la teoría no debería haber sorpresas, Bukele se lanzó a una reelección presidencial inconstitucional, sí, pero con un gran apoyo popular, los dados estaban echados desde hace mucho, pero algo pasó, algo salió mal, o mejor dicho, no salió como el quería.
A las seis de la tarde aproximadamente, la casa encuestadora favorita de el presidente salió en rueda de prensa a avisarle a la gente que Nayib Bukele había sido electo con el 87% de los votos, y auguraban 54 escaños para el partido del Presidente en la asamblea, de los 60 posibles.
Una hora más tarde, Nayib Bukele hizo lo propio, salió a darse como ganador con “más del 85%” de los votos, y asegurando que lograrían un “mínimo de 58 diputados”, aunque también aseguró que podrían ser más. ¿Salió a avisarle a quién? ¿A la gente? ¿Al TSE?
¿Cuál es el problema? Que el Tribunal Supremo Electoral aún no había procesado una sola acta cuando recibió el claro mensaje: “Gané por mínimo 85% y con mínimo 58 diputados”. Aquí se complicó todo.
El presidente ha echado mano de su popularidad para hacerse no solo del Tribunal Supremo que debería ser autónomo, sino también de la Fiscalía y otras instituciones, y en su glorioso narcisismo ahora quería también tener un “único partido democrático” en el poder, com lo dijo abiertamente en su discurso triunfal, pero los números no le estaban dando para lograr su hazaña histórica.
A partir de este momento comenzaron las denuncias, no había equipos en los centros de votaciones, no servían las computadoras, unos no tenían luz, el internet se fue, la página del Tribunal se cayó, el sistema duplicó y triplicó votos, las actas capturadas no coincidían con su código postal y un sin fin de irregularidades.
Eran las 2:00 am del lunes cinco de febrero y el Tribunal Supremo Electoral no se pronunciaba, el silencio seguía. La gente que acudió a las JRV estaba harta, cansada, querían irse a s casa.
Circularon tuits y videos en Tik Tok de gente denunciando que llegaban camionetas de Nuevas Ideas (el partido de Bukele) con cajas a los centros de votación (en México le llaman “embarazo de urnas”), seguía sin funcionar el sistema para las 3:45 de la mañana.
Las matemáticas seguían sin darle al Tribunal, pero la orden estaba dada: “85% y mínimo 58 diputados”. ¿De dónde iban a sacar esos votos?
Cabe señalar en este punto que con el sistema electoral anterior, la hubieran tenido mucho más complicada, sin embargo, modificaron de último momento su sistema electoral para favorecer “el carrito completo” al oficialismo. Así inician las dictaduras. Al tiempo.
Ante la presión de los medios de comunicación y las denuncias en redes sociales, al Tribunal se le ocrrió la grandiosa idea: “Abramos nuevamente la votación”.
Sí, así como lo lee, el Tribunal Supremo Electoral de El Salvador ordenó que se abriera nuevamente el periodo para votar desde el exterior, en un sistema controlado por ellos y donde varios audios filtrados dan fe de ello.
¿Para qué abrir más tiempo si hubo 30 días para votar? Porque de esta forma, metiendo unos votos extra más, se asegurarían de que los diputados de oposición que hoy deberían estar dentro, queden fuera y sustituidos por los de Nuevas Ideas.
Nayib Bukele no se conformó con ganar con un amplio margen la elección presidencial, quiere a como de lugar tener un país con solo un partido al mando, el suyo.
Periodistas destacados como Joaquín López Dóriga han expresado que este, sin moverle una coma, es el caminito de la escuela, refiriéndose el camino hacia la dictadura.
Y si usted piensa que fue democrático porque mucha gente lo votó, yo le recuerdo tranquilamente que Maduro también ganó con 67% de votos, Daniel Ortega con un 75%, y ni que decir de Corea del Norte, donde en 2019 el oficialismo sacó el 100% de los escaños, hazaña que quiere repetir Bukele.
¿Intervendrán los organismos internacionales? ¿Se organizará la gente junto a la oposición para defender lo que resta de democracia?
Alea iacta est.
