De Steve Bannon a Adrián Marcelo: la mediocridad como movimiento ideológico.

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La mediocridad elevada a movimiento social.

Hay algo fascinante en el resentimiento. No hablo de la versión doméstica, esa que surge cuando te cortan en el tráfico o te niegan el último café en el Oxxo. No, me refiero a su versión industrial, esa que se convierte en movimiento ideológico, la que mueve masas y justifica cualquier burrada. Ahí es donde entran personajes como Steve Bannon, arquitecto de la rabia populista, y Adrián Marcelo, el bufón que le pone humor negro al resentimiento para hacerlo más digerible. Spoiler: no es gracioso.

Bannon lo entiende a la perfección: el resentimiento vende. ¿Por qué molestarse en ofrecer soluciones cuando puedes venderle a la gente la idea de que todos los problemas son culpa de “los otros”? Inmigrantes, progresistas, el tipo que pone tofu en la parrillada. Da igual. Lo importante es alimentar la furia, convertir el malestar en identidad. Y si puedes hacerlo mientras sonríes cínicamente, mejor. Bannon ha hecho del resentimiento su negocio, y vaya que le ha ido bien.

Ahora, entremos en la versión tropicalizada del fenómeno: Adrián Marcelo. Un tipo que ha hecho del humor negro una bandera, pero que en realidad no es más que otro mecanismo barato para canalizar ese mismo resentimiento. Marcelo, como otros de su tipo, se esconde detrás del escudo del “humor negro” para atacar, burlarse y lanzar dardos pasivo-agresivos a quien se le cruce. ¿Y la justificación? “Es solo un chiste, no te lo tomes tan en serio”. Claro, el clásico “si te ofendes, es tu problema”. Spoiler número dos: no, no lo es.

El humor negro, cuando es inteligente, tiene su lugar. Pero cuando lo usas para encubrir resentimiento, inseguridades y un deseo mal disimulado de patear a los que están abajo, ya no es humor; es cinismo barato. Y lo peor es que la masa aplaude. Porque en el fondo, todos quieren ser ese tipo de persona que “dice lo que otros no se atreven”. El problema es que lo que “no se atreven a decir” no es revolucionario, ni inteligente, ni siquiera útil. Es solo basura emocional que otros resentidos quieren escuchar porque les hace sentir mejor en su miseria compartida.

El cerebro humano, tan avanzado y tan básico a la vez, está diseñado para simplificar las cosas. El sistema límbico, que es donde se gestionan las emociones, no está exactamente equipado para la discusión filosófica. Le gusta lo fácil. Le gusta el enemigo claro, el chiste rápido, la sensación de superioridad.

Por eso figuras como Marcelo triunfan. Porque su público no quiere pensar, quiere sentir. Y lo que quieren sentir es que tienen razón en estar enojados, que su malestar es culpa de alguien más y que burlarse de los demás es la forma más rápida de sentirse mejor.

Ahí es donde entra Bannon con su manual para crear caos. Él y Marcelo comparten una cosa: ambos entienden que la frustración es el combustible más barato y abundante que hay.

Y ambos saben que el resentimiento, una vez encendido, es difícil de apagar. El truco está en disfrazarlo de virtud. Lo llaman “despertar”, “rebelarse contra el sistema”, pero lo que en realidad están promoviendo es la mediocridad elevada a movimiento social.

Lo más irónico es que el resentimiento es increíblemente improductivo. No lleva a nada. Destruye pero no construye. Lo hemos visto antes y lo veremos de nuevo. Movimientos enteros han nacido del resentimiento, pero nunca han dejado algo que valga la pena. El resentimiento es como ese amigo que siempre se queja de todo pero nunca propone nada. Solo que ahora ese amigo tiene millones de seguidores en redes sociales y una cuenta de banco muy hinchada.

Y por si fuera poco, está esa patética excusa de “es humor negro”. Porque, claro, si te ríes mientras lo dices, no cuenta como crueldad, ¿verdad? Wrong. Es como patear a alguien y luego decirle que fue un chiste. Si tienes que aclarar que es humor, tal vez no eres tan gracioso como crees. Y lo más triste de todo esto es que el humor negro, bien hecho, puede ser brillante. Puede ser una forma de desafiar las normas, de provocar pensamiento crítico. Pero en manos de los Adrián Marcelos del mundo, solo es una herramienta para dar rienda suelta al resentimiento mientras se finge que es ingenioso.

Así que aquí estamos, con Bannon reclutando hordas de resentidos y Marcelo entreteniéndolos. Ambos son síntomas de lo mismo: una sociedad que prefiere la burla antes que la reflexión, la rabia antes que la empatía, el resentimiento antes que la responsabilidad. Y mientras tanto, seguimos echándole leña al fuego, disfrutando del espectáculo como si no fuéramos los próximos en quemarnos.

Pero oiga, si se ofende, es solo un chiste, o es su problema ¿no?

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