Empatía, orden religiosa de los enfermos, humanismo de AMLO y neoliberalismo necesario

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Nadie sufre más que el enfermo. Y entre los enfermos, los pobres la pasan peor. La neoliberal mano invisible en el sector salud es la que más ayuda.

Los camilos

Si Andrés Manuel fuera religioso, es decir, si además de creyente dedicara su vida a la iglesia católica —por mencionar una de las tantas iglesias existentes— tal vez formaría parte de los camilianos, esto es, los llamados padres camilos, aquellos de la Orden Ministros de los Enfermos, fundada en 1582 por San Camilo de Lelis, quien trataba a cada enfermo como si estuviera ante el mismísimo Jesús.

¿De dónde salgo experto en órdenes religiosas? No soy experto en nada. Simplemente leí el articulo de Ricardo Raphael este 26 de siembre en Milenio, “¡La empatía, ese invento neoliberal!”, y me puse a buscar el origen de esa palabra —sí, de empatía—que no le gusta al presidente López Obrador. Tampoco le agradan holístico y resilencia porque considera que los tres conceptos son neologismos neoliberales.

El colaborador de Milenio cuestiona fuertemente a AMLO porque en su opinión si algo hemos aprendido este 2020 que ya se va —y lo hemos experimentado todos en el mundo— es que debemos ser empáticos con los enfermos.

“Empatía y dispatía”

Buscando qué es eso de la empatía, me topé con el artículo de un religioso camilo, José Carlos Bermejo, quien da una interesante explicación en su artículo “Empatía y dispatía”:

√ “La historia del concepto de empatía es relativamente breve en psicología. Lo utiliza Tichener en 1909 como traducción del término alemán einfühlung, introducido en psicología por Lipps, tomado de la filosofía estética de Vischer de 1873”.

√ “La palabra empatía deriva de la voz griega em-patheia, literalmente ‘sentir en’ o ‘sentir dentro’, y que existe en inglés desde 1904, fecha en que Webster la recoge por primera vez en su diccionario”.

√ El concepto se refiere “históricamente a la estética y se considera como el estímulo creativo del artista, jefe religioso, profesor, actor, cuya eficacia depende de la identificación con respecto a la materia que afronten”.

√ “La materia de por sí es inerte, fría, a menos que el artista, docente, dramaturgo no penetren en ella y la animen, le den calor, transformando el mármol, el color, la lección en una obra de arte”.

√ “Hasta el primer decenio del siglo XX, la empatía era un concepto de interés unido a la filosofía estética y con Tichener, Scheler y Stein se convierte en objeto de la reflexión filosófica y psicológica”.

√ “Cuando Titchener tradujo la noción de einfühlung con empathy sirviéndose del griego empatheia quería subrayar una identificación tan profunda con otro ser que le llevara a comprender los sentimientos del otro”.

√ “Mahatma Gandhi sostenía que ‘las tres cuartas partes de las miserias y malos entendidos en el mundo terminarían si las personas se pusieran en los zapatos de sus adversarios y entendieran su punto de vista’…”.

El enfermo pobre

Nadie sufre más que el enfermo, pero sin duda hay diferencias notables en el grupo de personas afectadas por la enfermedad.

No es lo mismo atenderse en los abandonados hospitales del sector salud carentes de casi todo, con pocas excepciones, que hacerlo con comodidades y hasta lujos en hospitales privados de excelencia —los de Grupo Ángeles en todo el país; el Centro Médico ABC y Médica Sur en la capital mexicana; el Zambrano Hellion en Monterrey, o bien acudir a tratarse a Estados Unidos en la Clínica Mayo, la Cleveland Clinic o el Johns Hopkins Hospital.

He padecido durante muchos años muy de cerca la enfermedad —desgraciadamente no la mía— y no dejo de pensar en la gente pobre con los mismos, serios, graves, horribles problemas de salud de la gente que quiero.

Lo más relevante no es mi pensamiento, pues en general estoy sano. Pero mis propios enfermos, incluidos los menores de edad, quizá porque no les ha faltado atención privada del mejor nivel en México y alguna vez en el extranjero, admiten en cada una de sus crisis que merecen más empatía las personas que poco o nada tienen. Y eso no solo lo reconocen y lo expresan, sino que lo sufren.

Andrés Manuel

No soy creyente y en general me molestan las manifestaciones de religiosidad. La falsa idea de dios no ayuda a nadie a ser mejor persona. Pero considero admirable y de la mayor relevancia la existencia religiosos camilos, como José Carlos Bermejo, de la Orden Ministros de los Enfermos.

No conozco a nadie que entienda mejor a los pobres, que sufra más por ellos que Andrés Manuel López Obrador. Me consta que es sincero en todo lo que dice y hace, lo crean o no quienes no le conocen y, por lo tanto, lo critican.

La gente allá abajo siente honesto a AMLO cuando se acerca a sus barrios y pueblos abandonados, donde los comentócratas y otros políticos no vamos ni jamás iremos; es decir, las personas sin recursos económicos saben que Andrés Manuel les ha visitado ya durante varias décadas simple y sencillamente porque desea tenderles la mano; si esto se traduce, o no, en apoyo electoral —lo que evidentemente sí ha ocurrido— es otra cosa.

Por eso he dicho que si Andrés Manuel fuera religioso, sería un padre camilo. Ya en la Orden Ministros de los Enfermos representaría un problema menor para él que le gustara, o no, la palabra empatía, que afortunadamente tiene sinónimos: uno de ellos es cercanía, el arte que el presidente de México domina como nadie en nuestro país.

Cinismo

Por lo que entendí en el artículo de José Carlos Bermejo, el antónimo de empatía sería dispatía: “consiste en reconocer el sufrimiento del paciente pero enjuiciarlo de tal manera que denigramos su imagen o su autoestima”. Por ejemplo, pensando que se declara enfermo para no asistir al trabajo y aun burlándonos de que se queje tanto.

El citado religioso camilo dice también que “hay respuestas dispáticas que son claramente cínicas en los profesionales. El cinismo es una distancia permanente con los sentimientos del otro mediante una estrategia de burla”.

El necesario cinismo neoliberal

No solo se distancia alguien para burlarse por el perverso placer de la burla misma, sino también para poder hacer negocios sin problemas de conciencia.

Supongo que no estarán de acuerdo conmigo el religioso Bermejo y el presidente López Obrador, pero pienso que hay un cinismo especial que ha hecho muchísimo por los enfermos, los pobres incluidos: el cinismo empresarial, técnico, científico o administrativo.

El empresario de la industria de la saud, el científico que trabaja para las grandes farmacéuticas, el especialista en diseñar o reparar máquinas de diagnóstico o de apoyo respiratorio y el administrador de hospitales, todos ellos son personas que no necesitan de la compasión —y aun podría estorbarles— en el desempeño de sus funciones:

√ El empresario, en tanto hombre de negocios en el sector de la salud, tiene la única obligación de ganar dinero vendiendo productos o servicios para mejorar la vida de los enfermos. No debe concentrarse en el sufrimiento de los seres humanos, sino en los estados de resultados.

√ El científico que, por ejemplo, desarrolla vacunas o medicamentos biológicos de cualquier tipo, no debe preocuparse si al llegar sus experimentos a los pacientes de carne y hueso, les genera un daño o no. Tratará de que no sea así, y pensará que en las fases previas de la investigación se ha asegurado de que nada malo ocurrirá, pero sabe que puede pasar y no le importa.

√ El ingeniero que repara equipos, digamos de terapia intensiva, no dejará a medias su trabajo porque llegó a la sala de urgencia alguien necesitado de los mismos. Si lo hiciera, dañaría irremediablemente a la máquina, lo que sería peor para muchos otros pacientes.

√ El administrador de hospitales no trabaja con enfermos que sufren, sino con números y más números de productividad y eficiencia.

Al final se trata de profesionales que buscan maximizar su beneficio monetario. Si algunos de ellos, por ejemplo de las empresas BioNTech y Pfizer, desarrollan una vacuna eficaz contra el covid-19 —proyecto financiado con dinero privado o público, o con una combinación, al neoliberal enfermo de ganancias económicas lo mismo le da—, entonces incrementará su fortuna.

Y es que la ciencia neoliberal, lo acepte o no el romanticismo de izquierda, además de buscar ayudar a la gente a salir de problemas, tiene el objetivo de incrementar los beneficios financieros de quienes la desarrollan.

En Twitter hay gente que me ha criticado por decir eso. Algunas personas han argumentado que la humanidad ya cuenta con vacunas porque hubo una generosa y solidaria cooperación global en la investigación científica. No entienden nada, en mi opinión.

La única cooperación que ha habido es la de la mano invisible de Adam Smith, sí, la de la competencia económica que tan eficazmente regula los mercado.

En tal competencia se inscribieron empresas privadas, apoyadas o no por gobiernos tan capitalistas como el de Reino Unido, Alemania o Estados Unidos.

(Por cierto, deprime que algunas personas cultas y simpatizantes de la 4T piensen que el desarrollo de la vacuna de Pfizer y BioNTech se dio en el socialista país llamado Bélgica; esta nación lo único que ha aportado es la maquila en una fábrica que Pfizer tiene en una localidad cervecera; la empresa con sede en Nueva York también producirá vacunas en su planta de Estados Unidos).

√ En la muy capitalista carrera por las vacunas también han participado empresas o instituciones de países estatistas pero al mismo tiempo ultraneoliberales como Rusia y China, donde los funcionarios, empresarios y científicos buscan lo mismo que sus colegas alemanes o estadounidenses: dinero y más dinero. Si con ello ayudan a la humanidad, pues qué bueno. Si no ayudan a la sociedad mundial, pero aumentan sus patrimonios, lo disfrutarán igual.

Lo mas seguro es que la competencia económica termine, como siempre, siendo de gran utilidad para todos los pueblos de la tierra. Los gobiernos neoliberales lo saben y apoyan a sus empresas, no solo aportando fondos para el desarrollo científico que enriquecerá a sus promotores, sino también recurriendo a deuda pública para apoyar a pequeños negocios y a las familias que tan mal la han pasado durante los durísimos confinamientos de 2020.

El cinismo neoliberal tiene sus cosas positivas. Es lo que yo pienso. Si otros tienen una opinión distinta, respeto. Cada quien lo suyo. O, dirían los librepensadores empáticos con el oponente, “cada quien es muy dueño de hacer de su culo un papalote”.