En un giro inesperado, el presidente ruso Vladimir Putin fue recibido con honores en Mongolia, a pesar de la orden de arresto emitida por la Corte Penal Internacional (CPI) en su contra.
La visita de Estado de Putin a la capital mongola, Ulán Bator, estuvo marcada por una cálida bienvenida que incluyó una guardia de honor a caballo, inspirada en el legendario líder Gengis Kan. Esto, en lugar de la detención que han exigido Ucrania y grupos de derechos humanos.
Mongolia, que depende en gran medida de Rusia para sus necesidades energéticas, optó por ignorar la orden de la CPI y extender la alfombra roja al mandatario ruso. Tras la ceremonia de bienvenida, Putin y el presidente mongol, Ukhnaa Khurelsukh, se reunieron en una tradicional yurta del palacio estatal.
Este sorprendente gesto de Mongolia hacia Putin, en medio de la presión internacional, plantea interrogantes sobre los intereses geopolíticos y económicos que subyacen a esta decisión. ¿Será capaz la comunidad internacional de mantener una posición unificada frente a los líderes acusados de crímenes de guerra?
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