Moscú se ha propuesto dejar a Ucrania a oscuras. En un ataque masivo y combinado, Rusia lanzó más de 100 misiles, incluidos hipersónicos, balísticos y de crucero, así como un número similar de drones, contra instalaciones energéticas en 15 de las 24 regiones administrativas del país vecino.
El presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, calificó este asalto como “uno de los mayores desde que empezó la guerra”, subrayando “su crueldad al querer dañar la infraestructura civil más crítica”. Aunque la defensa antiaérea de Ucrania logró derribar la mayoría de los proyectiles, los daños fueron significativos.
La presa de la hidroeléctrica de Kiev sufrió el impacto de un misil, pero las autoridades aseguran que es “imposible” destruir el dique con este tipo de armamento. Aun así, los apagones afectaron a amplias zonas del país, y los servicios de emergencia trabajan arduamente para restablecer el suministro eléctrico y de agua potable.
Según informes preliminares, el ataque dejó al menos 5 muertos y 30 heridos, además de numerosos edificios y vehículos dañados. Por su parte, Ucrania respondió con ataques de drones a varias regiones rusas, incluyendo el aeródromo militar de Engels-2, base de bombarderos estratégicos.
¿Será este el inicio de una nueva ofensiva rusa? El Kremlin ha prometido una “respuesta inevitable” por la invasión ucraniana de la región de Kursk, pero aún no está claro si este ataque forma parte de dicha represalia. Lo que sí es evidente es que Moscú está dispuesto a recurrir a una estrategia cada vez más despiadada para doblegar a Ucrania.
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