Murió Michel Piccoli, uno de los grandes del cine francés

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Michel Piccoli en la red carpet de la premiere “Habemus Papam” de Nanni Moretti en el Festival de Cannes en 2011 (Reuters)

El actor francés Michel Piccoli, considerado uno de los grandes nombres del cine de su país, falleció el pasado 12 de mayo a los 94 años tras un accidente cerebral, según confirmó este lunes su familia a medios locales. El mítico intérprete deja inolvidables papeles en clásicos del cine como “Le mépris”, de Jean-Luc Godard, “Belle de jour”, de Luis Buñuel, o “La grande bouffe”, de Marco Ferreri.

También productor, director y guionista, deja tras de si un rastro de 200 producciones en más de 70 años de carrera, además de trabajos en la televisión y el teatro, y multitud de premios, entre ellos el de mejor intérprete masculino en el Festival de Cannes de 1980 gracias a “Salto nel vuoto”, de Marco Bellocchio.

Compañero de viaje de Luis Buñuel, Michel Piccoli, el artista contribuyó a escribir con letras mayúsculas una página del cine francés.

Con su físico de seductor, cejas pobladas y voz atronadora, el actor afirmaba “disfrutar interpretando la extravagancia y los delirios más agitados”.

Renoir, Resnais, Demy, Melville, Buñuel, Godard, Vardà y Hitchcock: Piccoli filmó con todos ellos, sin olvidar de trabajar con los jóvenes directores antes de lanzarse él mismo en la dirección, con 70 años.

“Me da lo mismo (…) hacer cosas no comerciales, peligrosas”, declaró en una ocasión a la revista especializada Cahiers du Cinéma. “Prefiero los prototipos a las series”.

“El desprecio”, de Jean-Luc Godard (1963), con Brigitte Bardot, lo reveló al gran público. En esta crónica del desamor, interpreta a un guionista, con un sombrero ajustado sobre la cabeza, “para ser como Dean Martin”.

Filmó en más de 150 películas, encarnando hasta un papa melancólico que sueña con volverse anónimo en las calles de Roma, en “Habemus papam”, de Nanni Moretti (2011). Fue uno de sus últimos grandes papeles.

Rechazo a la burguesía

Michel Piccoli (Reuters)

Nacido el 27 de diciembre de 1925 en París, Piccoli definía a sus padres como “músicos sin pasión”, que le “sirvieron de antimodelo”. Esta familia que describió de “egoísta y racista” pesó probablemente en su rechazo a la burguesía.

Ya de joven, siguió cursos de teatro y debutó en el cine en “Le point du jour”, de Louis Daquin.

En 1945 Piccoli, entonces de 20 años, conoció a Jean-Paul Sartre, a la artista Juliette Gréco -con quien se casó en 1966- y a directores como Buñuel.

Se enroló paralelamente en el Partido Comunista. Un compromiso con la izquierda que perduró hasta el final, incluso públicamente, apoyando por ejemplo a candidatos presidenciales como el socialista François Mitterrand en 1981.

Su carrera se basó en Francia, pero también filmó en Italia y actuó junto a las actrices más cotizadas de la época, incluidas Catherine Deneuve y Romy Schneider.

Se convirtió en uno de los actores fetiches de Buñuel (“Diario de una camarera”, “Belle de jour”, “El discreto encanto de la burguesía”) y de Claude Sautet en los años 1970 (“Las cosas de la vida”, “Tres amigos, sus mujeres… y los otros”).

“Anti-estrella”

Michel Piccoli con su esposa Ludivine Clerc en el Festival de Cannes en 2014 (Reuters)

Pero su imagen de seductor dejó paso a otros perfiles, más desenfrenados, como el de un homosexual suicida en “La gran comilona”, de Marco Ferreri (1973), que escandalizó en el Festival de Cannes con escenas de orgías.

Su carácter “anti-estrella” lo llevó a participar en películas de cine de autor bajo la dirección de Leos Carax, Jean-Claude Brisseau y Jacques Doillon.

Fue nominado cuatro veces a los premios César del cine francés, pero nunca fue recompensado.

En el teatro, fue dirigido también por grandes nombres, como Peter Brook, Patrice Chéreau y Luc Bondy.

“Si pienso en todos estos monstruos que he interpretado, todos estos abismos repugnantes que dan miedo… creo que debe ser para mí una manera de revelar mis secretos”, había afirmado.

Discreto sobre su vida privada, Piccoli, que se casó tres veces, se confesó a los 90 años en un libro de entrevistas con Gilles Jacob, su amigo y ex presidente del Festival de Cannes. En estas admitía su angustia de no poder seguir trabajando: “Me gustaría que esto no se acabara nunca, pero se acabará”.