Existen diferentes líneas de investigación en tratamientos farmacológicos que están siendo abordadas para enfrentar la pandemia del Covid-19. En primer lugar estarían los antivirales, es decir, los medicamentos usados para el tratamiento de infecciones producidas por un virus. En la historia de la medicina, existe tradición en el desarrollo de fármacos como los antibióticos, sin embargo los antivirales son un campo en el que la ciencia ha ido a paso más lento.
El descubrimiento de los primeros compuestos de este tipo llegó hasta 1950 y no fue sino hasta una década después que dos de ellos entraron en uso clínico. El desarrollo de la genética y de técnicas de mayor precisión para conocer las complejidades de los virus, han ayudado en su creación. La gran mayoría de antivirales que se utilizan en la actualidad surgieron en los últimos treinta años.
El objetivo en su diseño es suprimir la replicación vírica. El fármaco debe ser activo contra el virus objetivo, inhibiendo algún paso esencial de su metabolismo. La premisa es que los antivirales podrían ser efectivos para muchas variedades de un virus o incluso entre diferentes especies de virus en la misma familia, sin embargo las cosas no siempre son tan simples.
Puerta abierta a un viejo-nuevo fármaco
Actualmente existen herramientas para disminuir el tiempo en el diseño de medicamentos basados en moléculas de nuevo desarrollo, sin embargo estos periodos siguen siendo largos y la pandemia exige esfuerzos multidisciplinarios para enfrentar al nuevo enemigo. Hasta el momento no se ha podido desarrollar un fármaco específico contra el SARS-CoV-2. El poner a prueba medicamentos existentes para combatir otras enfermedades puede ofrecer ventajas.
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En el caso de los antivirales, desde el inicio de la pandemia surgió el nombre del remdesivir, un medicamento utilizado contra el virus del ébola que no fue muy útil contra esa enfermedad, pero mostró cierta efectividad en el tratamiento de otros coronavirus, como el del MERS y el SARS.
En febrero, los investigadores mostraron que el medicamento era capaz de reducir la infección viral en células humanas cultivadas en un laboratorio. Sin embargo en los ensayos clínicos su efectividad fue muy debatida. Mientras los estudios clínicos del fármaco de Gilead Science en EU proclamaban 30% de recuperación más rápida que con el placebo, en otros estudios clínicos realizados en Asia se reportaban estadísticas menos significativas; sin embargo, especialistas como Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID), declaraban que ante el panorama general poco alentador, el medicamento estaba en la cúspide de las posibilidades.
Fauci dijo que el hallazgo le recordaba a la aprobación en 1987 del antirretroviral AZT que ayudó a combatir la infección por VIH. El primer ensayo clínico aleatorio mostró sólo una leve mejoría, pero los investigadores “continuaron construyendo sobre ese éxito”.
A partir del primero de mayo la FDA lo autorizó para uso de emergencia en personas graves. A principios de este mes, la revista Science publicó un texto (Base estructural para la inhibición de la ARN polimerasa dependiente de ARN del SARS-CoV-2 por remdesivir) que hacía referencia precisamente a las posibilidades del remdesivir como una plantilla para tratar de mejorar el fármaco.
Con las posibilidades abiertas, Gilead comenzó a aumentar la producción de remdesivir, incluso mucho antes de su aprobación. A fines de mayo, la compañía habrá producido lo suficiente para tratar a 140 mil pacientes. La compañía espera producir suficiente medicamento para tratar a más de un millón de personas para fin de año.
Estudios aleatorios internacionales
Cabe señalar que este antiviral encabeza la lista del ensayo clínico Solidarity (Solidaridad), el esfuerzo encabezado por la Organización Mundial de la Salud para ayudar a encontrar un tratamiento efectivo para Covid-19. En este ensayo clínico internacional se comparan cuatro opciones de tratamiento para evaluar su efectividad relativa.
Desde el 21 de abril más de 100 países integran este proyecto para encontrar terapias efectivas. El objetivo es descubrir con mayor rapidez si alguno de los medicamentos retarda el desarrollo de la enfermedad o mejora la supervivencia. La idea es que finalmente se puedan agregar otros medicamentos según evidencias que surjan de manera emergente.
Hasta que no se tengan pruebas suficientes, la OMS advierte de los riesgos de administrar a pacientes con Covid-19 los tratamientos no aprobados. A la organización le han preocupado particularmente los casos de las personas que se automedican con cloroquina y la hidroxicloroquina. Estas sustancias se utilizan para tratar la malaria y las afecciones reumatológicas, respectivamente. En China y Francia, pequeños estudios proporcionaron algunas indicaciones del posible beneficio del fosfato de cloroquina contra la neumonía causada por Covid-19, pero necesitan más ensayos aleatorios.
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En el estudio de la OMS también está considerada la combinación de lopinavir y ritonavir, inhibidores de la proteasa que se utilizan con otros medicamentos para tratar el virus de inmunodeficiencia humana (VIH). El interferón beta-1ª, usado para tratar la esclerosis múltiple, también forma parte del estudio. Además del Solidarity, otro ensayo importante en integrar estudios aleatorios es Recovery (Recuperación) en Gran Bretaña.
Cabe señalar que en una segunda línea de investigación estarían los inmunomoduladores, sustancias que tienen la capacidad de modular las reacciones de defensa del cuerpo, de forma que el sistema inmunitario no reaccione exageradamente y cause daños adicionales. Muchos fármacos existentes se han desarrollado para el tratamiento de artritis o enfermedades inflamatorias intestinales.
Con esta misma idea de por qué desarrollar nuevos medicamentos para combatir la replicación del coronavirus, si probablemente algunas sustancias ya aprobadas existentes podrían hacer lo mismo, un equipo de investigadores dirigido por Thomas F. Meyer en el Instituto Max Planck de Biología de la Infección en Berlín está trabajando con diversos fármacos clínicamente aprobados.
Mediante la técnica de edición de genes CRISPR / Cas9, así como la interferencia de ARN (RNAi), un mecanismo dentro de la célula que le permite desactivar una proteína específica como defensa contra los patógenos, los científicos han identificado varias de las proteínas de la célula huésped que necesitan los coronavirus para su replicación.
Según datos de este instituto, los investigadores descubrieron que una variedad de virus dependen, en cierta medida, de las mismas vías de señalización en las células huésped y descubrieron que ya existen medicamentos que actúan contra algunos de ellos. Es así que están probando compuestos que ya han demostrado ser antivirales in vitro para evaluar su capacidad de inhibir la replicación del SARS-CoV-2. Una las sustancias que se desarrolló originalmente para tratar el cáncer y combatir el virus de la hepatitis C, ha llamado especialmente su atención, pues también inhibe la replicación del coronavirus MERS.
Más allá del estante de medicamentos ya existentes, en cuanto al desarrollo farmacológico, se encuentra una tercera línea de estudio con una gama de innovadores tratamientos basados en anticuerpos de personas que padecieron la enfermedad. Este tipo de fármacos concentra nuevos esfuerzos y se trata de renovadas versiones del legendario plasma de convaleciente, en el que una persona que se ha recuperado del coronavirus dona sangre a alguien que está enfermo. Este tipo de medicamentos se considera una especie de puente antes de que llegue la anhelada y lejana vacuna.