¿Qué pasaría si combinamos dos dosis de vacunas distintas?

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“Para que una sola empresa desarrolle dos brazos paralelos de una vacuna se requiere el doble de trabajo y el doble de costos”, comentó Wheatley.

Algunos de los éxitos iniciales de los estímulos primarios heterólogos se obtuvieron cuando se estaban buscando vacunas contra el ébola. Muchos investigadores se enfocaron en introducir al sistema inmunitario una proteína encontrada en la superficie de ese virus.

Insertaron el gen de esa proteína en un virus inocuo diferente. Cuando las personas recibían la inyección de la vacuna, el virus inocuo entraba en sus células; posteriormente, las células leían las instrucciones del gen del virus y producían la proteína de la superficie del virus en serie. El sistema inmunitario se encontraba con la proteína del virus del ébola y fabricaba anticuerpos para combatirlo. Luego esos anticuerpos protegían a las personas vacunadas si se llegaban a contagiar con el virus verdadero.

Este tipo de vacuna, llamada vacuna de vector viral, tenía un gran riesgo: los beneficiarios podrían desarrollar inmunidad al vector viral después de solo la primera dosis. Cuando llegaba la segunda dosis, sus sistemas inmunitarios podían destruir con rapidez el vector viral antes de que dejara su carga útil.

Muchos fabricantes de vacunas decidieron sortear esta posible amenaza al usar diferentes virus para cada dosis. De esa manera, los vectores virales de la segunda dosis serían tan nuevos para el sistema inmunitario como los primeros. En 2017, por ejemplo, los científicos del Centro Nacional de Investigación de Epidemiología y Microbiología Gamaleya en Rusia crearon una vacuna antiébola cuya primera dosis contenía un virus llamado adenovirus. La segunda dosis usaba otro virus llamado virus de la estomatitis vesicular.

Cuando comenzó la pandemia de COVID-19 el año pasado, los investigadores del Centro Gamaleya usaron una estrategia parecida para crear vacunas contra el nuevo coronavirus. La primera dosis usaba el mismo adenovirus que el de su vacuna antiébola, llamado Ad5. La segunda dosis contenía un adenovirus humano diferente, el Ad26. Los investigadores insertaron un gen en ambos virus para fabricar la proteína de la superficie del coronavirus, denominada espiga.

Los estudios revelaron que esta vacuna, ahora conocida como Sputnik V, ofrecía una sólida defensa contra el coronavirus. Los científicos descubrieron en los ensayos clínicos que tenía una eficacia del 91,6 por ciento. Actualmente, la Sputnik V se usa en Rusia y otros 56 países.