Por Ignacio J. Molina Pineda de las Infantas
Madrid, 5 de agosto (ElDiario.es).- En realidad, no debemos hablar del virus del resfriado, puesto que muchos virus son capaces de producir esta enfermedad, con características inespecíficas (no hay ningún síntoma que sea característico) y autolimitada (la enfermedad se cura por sí sola, incluso sin tratamiento). De hecho, existen varias familias de virus que lo producen: los rinovirus, que son los más frecuentes, los adenovirus, los enterovirus, los virus respiratorios sincitiales y parainfluenza, y los coronavirus.
La respuesta inmunitaria que desarrollamos cuando nos invade un virus no es sólo de anticuerpos, aunque sean los que usamos casi siempre para evaluar la respuesta de una persona. Participan también elementos de la respuesta inespecífica, así como los linfocitos T, responsables de la inmunidad específica celular. En realidad, estos últimos son los que tienen un papel más importante en la destrucción de los virus, pero su análisis es mucho más complejo que la simple detección de anticuerpos. Eso explica por qué el estudio del papel de la respuesta específica celular frente al SARS-CoV-2 ha sido algo más lenta y compleja.
LA HUELLA INMUNE DE QUE HEMOS SUPERADO LA COVID-19
Cuando se monta una respuesta frente a un patógeno y este se elimina con éxito, los elementos responsables de su eliminación desaparecen progresivamente. Por ejemplo, los anticuerpos producidos por personas que han pasado la COVID-19 tienden a desaparecer rápidamente, por lo que persisten dudas sobre la duración de la inmunidad de las personas que han superado la enfermedad. Eso sí, siempre se generan células memoria, tanto de linfocitos B (productores de anticuerpos) como T (responsables de la inmunidad celular). Ambas retienen la información sobre cómo responder frente a ese patógeno, de manera que si volvemos a entrar en contacto con él, la nueva respuesta será mucho más potente, rápida y efectiva. Por eso nos vacunamos, para generar estas células memoria.
El SARS-CoV-2 no deja de darnos sorpresas. Cuando se comenzó a estudiar la respuesta celular de los pacientes con COVID-19 frente al mismo, los investigadores encontraron inesperadamente que un 40 por ciento de individuos estadounidenses que no habían tenido contacto con el virus demostraban tener inmunidad preexistente frente a él. Otros estudios realizados en Holanda, Alemania o Singapur también detectaron que, según las cohortes, entre el 20 y el 50 por ciento de individuos no expuestos al SARS-CoV-2 tenían reactividad frente al mismo.