Tanques aislados de almacenamiento de gas natural licuado en la planta de GNL de Cheniere Energy cerca de Corpus Christi, Texas, el 16 de abril de 2020. (Tamir Kalifa/The New York Times)
Una gran parte del mundo está preocupada por la repentina escasez de gas natural y el impacto se está sintiendo en el aumento de las facturas de los servicios públicos, el cierre de fábricas y una creciente desesperación a medida que se acerca el invierno.
En Asia, Europa y América Latina, los consumidores que aún se recuperan de la pandemia se encuentran con que el precio de la electricidad se está disparando, impulsado por los precios del gas natural que se han cuadruplicado en algunas regiones en los últimos meses, alcanzando máximos históricos esta semana. Los fabricantes de productos químicos, acero, cerámica y otros bienes que requieren grandes cantidades de electricidad están viendo cómo se reducen sus ganancias y, en algunos casos, suspenden sus operaciones.
En Corea del Sur, las tarifas eléctricas acaban de aumentar por primera vez desde 2013 y las pequeñas empresas que lucharon con meses de restricciones estrictas debido a la pandemia ahora temen aumentos repentinos de precios en el futuro. “Sobrevivir de por sí es difícil para las pequeñas empresas”, declaró la Federación de Microempresas de Corea.
En Brasil, la peor sequía de los últimos 90 años agotó la producción hidroeléctrica y obligó a los generadores de electricidad a importar el gas natural caro. El gobierno aumentó los precios de la electricidad casi un 7 por ciento en septiembre, tras un aumento de casi el 8 por ciento en julio.
Y más allá
Los europeos también están sintiendo los efectos de la crisis. En España, el gobierno dijo hace poco que retiraría los beneficios de las empresas energéticas para ayudar a los consumidores. En Italia, los residentes se vieron afectados por un incremento del 14 por ciento en sus facturas de gas, acompañado de un aumento de casi el 30 por ciento en las tarifas eléctricas.
“Tendremos que lavar los platos o la ropa por la noche para ahorrar dinero”, dijo Carla Forni, profesora y madre de dos hijos en Bolonia.
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En China, que ya es el mayor importador mundial de gas natural, la demanda aumentó un 13 por ciento mientras Xi Jinping, el líder del país, sigue adelante con sus planes de limpieza del medio ambiente con el abandono del carbón.
Tony Will, director general de CF Industries, posa para una fotografía en un hotel de Lisboa, Portugal, el 30 de septiembre de 2021. (Jose Sarmento Matos/the New York Times)
Estados Unidos, uno de los principales exportadores de gas, se ha beneficiado de la fuerte demanda mundial. En fechas recientes, los precios, que han subido a sus niveles más altos en años, han motivado llamados para frenar los envíos al extranjero. Sin embargo, los precios estadounidenses son apenas una fracción de los que se han registrado en Europa y Asia estos días.
Gas natural
La escasez mundial está vinculada a la creciente popularidad del gas natural como combustible para generar energía eléctrica, ya que genera menos emisiones de gases de efecto invernadero que el carbón. En muchos países, sirve como alternativa más limpia a las plantas de carbón y a los viejos generadores nucleares, mientras las redes eléctricas esperan la expansión de fuentes renovables como las de las energías eólica y solar.
La mayor dependencia en el gas significa que hay menos flexibilidad en el sistema, sobre todo cuando la capacidad de almacenar gas para épocas de gran uso, por ejemplo, en el invierno, ha disminuido en algunos países como el Reino Unido.
Tras un ligero descenso de la demanda el año pasado durante la pandemia, la industria eléctrica ha tenido problemas para hacer frente al aumento estimado del 4 por ciento en el consumo mundial de gas de este año, ocasionado por la recuperación de la industria y otras actividades.
La recuperación posterior a la pandemia se ha visto impulsada por “la demanda de bienes más que de servicios”, dijo Neil Beveridge, analista principal en Hong Kong de Bernstein, una empresa de investigación de mercados. La concentración en la fabricación de bienes ha supuesto un gran aumento del consumo de gas natural y electricidad para abastecer a fábricas y otras industrias.
Los buques cisterna que transportan gas natural licuado desde exportadores como Estados Unidos, Catar y Australia se dirigen hacia China y Brasil, atraídos por el aumento de los precios. Esto ha reducido las entregas a Europa, donde se teme que los niveles excepcionalmente bajos de almacenamiento (ocasionados por la ola de frío de la primavera pasada) puedan provocar una escasez en invierno, cuando la demanda de este combustible se dispara en algunos países. Los decepcionantes niveles de importación de Rusia, que está aumentando las entregas a China, y el descenso de la producción nacional en el Reino Unido y los Países Bajos también provocan tensión en el mercado europeo.
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Carbón otra vez
Los precios elevados del gas y la baja velocidad de los vientos, que reducen la potencia generada por los aerogeneradores, provocan que Europa utilice más carbón que gas en la generación de energía por primera vez desde 2019, según la consultora Rystad Energy.
Pocas industrias se han visto tan afectadas como los fabricantes de fertilizantes, que utilizan gas natural para crear amoníaco, un ingrediente clave en las enmiendas del suelo.
Tony Will, director general de CF Industries, uno de los mayores productores de fertilizantes del mundo, describió cómo este año el precio del gas utilizado en las dos plantas británicas de la compañía se triplicó con creces, a tal grado que CF estaba perdiendo 300 dólares por cada tonelada de amoníaco producido.
Las pérdidas se convirtieron en “algo tan grande y tan negativo” que la empresa no podía continuar en esas condiciones, y cerró las dos plantas, lo cual suscitó titulares en todo el Reino Unido.
Desde entonces, Will aceptó un arreglo a corto plazo: reabrió una de las plantas y el gobierno asumió las pérdidas. El gobierno está ayudando a pagar las facturas de CF porque la fabricación de amoníaco da lugar a un valioso subproducto: el dióxido de carbono, vital para la industria británica de procesamiento de carne, así como para la carbonatación de bebidas.
Sube el petróleo
Según los analistas, la presión en el mercado de gas natural también contribuye al aumento del precio del petróleo. Los comercializadores prevén que, dado que el gas alcanzó un nivel en algunos casos comparable al del petróleo, que se vende a unos 170 dólares el barril, existe un gran incentivo en algunas industrias para utilizar petróleo (que estos días cuesta entre 75 y 80 dólares el barril) en lugar del gas para obtener energía eléctrica, lo que aviva la demanda.
La evolución de los precios del gas depende de la intensidad del invierno, según los analistas. Un invierno gélido podría hacer que los precios subieran aún más, con el riesgo de que se produzcan nuevos episodios de desabasto y cierres de la industria y, muy probablemente, que los legisladores se apresuren a reaccionar.
Por otro lado, un clima cálido podría provocar una fuerte caída de los precios. Los mercados de futuros muestran una caída a niveles mucho más bajos la primavera próxima.
“Estamos poniendo nuestra industria y nuestros hogares en manos de la meteorología”, dijo Marco Alverà, director general de Snam, una gran empresa de gas italiana.
Al margen de la meteorología, los analistas afirman que el mundo puede estar dando un bandazo hacia un mercado de la energía y el gas más reducido que en los últimos años. La pandemia y otros factores han hecho que las empresas retrasen la inversión en nuevos proyectos de combustibles fósiles, incluidas las terminales de gas natural licuado. Según estimaciones de Bernstein, solo un tercio de los volúmenes de GNL adicionales saldrán al mercado en los próximos tres años. En algunos países, como el Reino Unido, se están desmantelando las centrales nucleares y no están siendo sustituidas con rapidez.
La creciente preocupación por el cambio climático, expresada por los accionistas o a través de casos judiciales como la decisión de un tribunal holandés en mayo que ordenó a Shell reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, puede hacer que algunas empresas duden en invertir en nuevos proyectos multimillonarios de combustibles fósiles.
© 2021 The New York Times Company
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