Una llama de gas, en un pozo petrolero de Dakota del Norte (EE UU). Andrew Cullen / Reuters
La hegemonía del petróleo en la matriz energética mundial tiene los años, las décadas, contados. Pero el mercado ha salvado la mayor bola de partido de su historia: en abril, la pandemia llevó la referencia estadounidense a cotizar en negativo —el mundo al revés: se pagaba por deshacerse de barriles y no por comprarlos— y la búsqueda de espacio de almacenamiento para el crudo que se bombeaba y no se consumía por efecto de los confinamientos se convirtió en la principal pugna entre los principales actores del sector. Menos de un año después, la situación ha dado un giro radical: tanto el brent europeo como el texas estadounidense cotizan hoy en su nivel más alto desde enero del año pasado, días antes de que la covid-19 se cobrase oficialmente su primera muerte en China. El último impulso ha llegado este jueves, cuando los principales países exportadores han acordado contra todo pronóstico mantener su producción. Todo ha cambiado mucho desde entonces y el PIB ha sufrido —a ambas orillas del Atlántico: Asia es otro mundo— su mayor debacle desde la Segunda Guerra Mundial, pero el petróleo sigue su propia senda.
El mercado llevaba días descontando que la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) ampliada, más conocida como OPEP+, optaría este jueves por un aumento moderado en la producción a partir abril. Pero el cartel, siempre bajo la batuta de sus dos miembros más influyentes —Arabia Saudí y Rusia— se guardaba un as bajo la manga: su decisión de mantener intactos los bombeos ha trastocado cualquier pronóstico previo y ha llevado al crudo a anotarse su mejor sesión en semanas, con un alza superior al 4% tanto en el brent como en el texas. El primero ya supera con creces los 65 dólares y el segundo, los 60.
Con la demanda recuperándose a marchas forzadas al calor del levantamiento de las restricciones de movilidad, una oferta estable lleva a pensar en un mercado mucho más ajustado que en los últimos tiempos, cuando los bombeos han superado recurrentemente al consumo.
Esa nivelación de fuerzas en el inmenso zoco petrolero global está permitiendo, también, reducir los inventarios en las principales economías del mundo. Y obtener más beneficio por barril a los productores, aunque, claro está, a costa de sacrificar volumen. “La OPEP+ está indicando que a corto plazo prefiere vender menos petróleo por más dinero”, subrayan Bjørnar Tonhaugen y Paola Rodríguez-Masiu, analistas de la consultora noruega Rystad Energy.
La decisión de mantener intacta la oferta llega en un momento de intenso debate sobre la inflación en las principales economías occidentales, con un creciente número de voces augurando una subida de los precios a medio plazo al calor del fin de los confinamientos y la paulatina recuperación del consumo. En ese contexto, el encarecimiento del petróleo —del 30% en lo que va de año, en el caso de la referencia europea— es un motivo más para pensar en tensiones inflacionistas en los próximos tiempos: el crudo es uno de los componentes principales de los índices generales de precios de todo el mundo. Su escalada coincide, además, con la de otras materias primas como el cobre y varios alimentos.
En el seno de la OPEP ampliada, el mayor interesado en no incrementar la producción era el mayor exportador de crudo del planeta, Arabia Saudí, que tiene como objetivo principal de su estrategia la recuperación del precio hasta el entorno de los 70 dólares. En prácticamente todas las quinielas figuraba un aumento de entre un millón y un millón y medio de barriles diarios en la reunión de este jueves, una cantidad equivalente a la que consumen países como España o Italia. Solo Rusia y Kazajistán, dos países que necesitan aumentar las ventas de crudo para estabilizar sus finanzas públicas y atender la creciente demanda de su mercado interno, podrán aumentar mínimamente sus bombeos: en 130.000 y en 20.000 barriles, respectivamente.
“Definitivamente, la OPEP+ se arriesga a tensar demasiado el mercado”, avisa Amrita Sen, jefe de análisis para temas petroleros de la consultora británica Energy Aspects, en declaraciones a Bloomberg. Tras el fuerte repunte de precios de este jueves, se añade un segundo riesgo: despertar al león dormido del fracking estadounidense, a cuyos productores les empiezan a salir las cuentas a partir de los 60 dólares. Y esa cifra ya es historia.