Devin Booker, el “baby face” que se alejó de su mamá para ir por su sueño y, a pura falta de respeto, se ganó el corazón de Kobe Bryant

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Giannis Antetokounmpo hizo todo lo que tenía a su alcance, y tal vez más, para que Milwaukee Bucks no se fuera con las manos vacías del segundo partido de las finales de la NBA ante Phoenix Suns. Hubo un equipo responsable de que su majestuosa actuación (42 puntos y 12 rebotes) no condujera a una victoria, y en ese equipo hubo un culpable principal: Devin Booker.

El escolta del conjunto de Arizona terminó el viernes con 31 puntos, 6 asistencias y 5 rebotes pero, más allá de lo que dejan las estadísticas, se encargó de clavar una serie de puñales en las esperanzas de los de Wisconsin respondiendo con sus dagas cada vez que el rival griego acercaba a los suyos a la recuperación.

Esta postemporada, estas finales, para este “asesino con cara de bebé”, son la confirmación de algo que su entrenador, Monty Williams, le había prometido en su momento, cuando llegó a lo que era un equipo que no podía salir de perdedor. También son el primer paso para cumplirle al pedido que alguna vez le hizo el ya fallecido Kobe Bryant.

Devin Booker y sus dos pasiones: los autos de los años 50 y su perro. Foto Instagram

Una de las primeras charlas que tuvo el coach con Booker giró en torno a lo que había hecho y al reconocimiento que no tenía. Claro, es que por más que hubiese sido el jugador más joven en anotar 70 puntos en la historia (se los hizo a Boston Celtics en marzo de 2018), todavía su nombre no era considerado entre las máximas figuras.

“Aún no te han prestado atención por todos los problemas que tiene el equipo. Vamos a construir una cultura ganadora acá y así el talento que tenés va a ser reconocido como corresponde”, le dijo el DT a Devin. Especialmente en Estados Unidos, los equipos perdedores raramente llegan a los partidos televisados nacionalmente.

Allí, y afuera también, muchas veces era considerado un mero anotador de esos que no sirven para lograr grandes cosas.

Zona de promesas

“Mamá sabe bien”, inmortalizó Gustavo Cerati. Booker creció con su madre, Veronica Gutiérrez (de ascendencia mexicana), en Michigan. Lejos de su papá, Melvin, quien sin demasiado lugar en la NBA (donde apenas jugó un puñado de partidos) buscó mejor suerte en Europa.

Para cuando el padre se retiró y volvió a Estados Unidos en 2008, con un Devin adolescente, le ofreció irse a vivir con él. No fue nada fácil: dejó Michigan, donde se movía entre mayorías blancas y estaba acostumbrado a cierto estilo de vida, para irse con él a Mississippi; a Moss Point, una ciudad que además de haber sido casi destrozada por el huracán Katrina en 2005, lo condujo a un barrio y a un colegio de esos donde “el respeto se gana”, incluso cuando se es chico.

Un pequeño Devin Booker y su mamá, Verónica, cuando la NBA no era más que el sueño de ese niño.

La gran clave, destacan tanto el joven como su papá, fue que Verónica aceptara aquello tan difícil para cualquier madre. Le costó horrores a ella (también al muchachito), pero sabía que su hijo podía tener una chance como deportista, sabía que el chico lo anhelaba y que estar con su papá, un exjugador, a tiempo completo, lo podría ayudar en esa búsqueda del sueño.

El plan dio resultado por partida doble: afianzó la relación padre e hijo que durante años se había sostenido por mail o esporádicamente por teléfono y llevó al pibe a la Universidad de Kentucky, una de las más prestigiosas de Estados Unidos cuando se trata de básquetbol.

Le bastó un año en los Wildcats para, pese a ser el sexto hombre del equipo, ganarse la elección en el puesto 13 del draft por parte de Phoenix. Tampoco fue sencillo aquello, aunque el progreso de la universidad a la NBA parezca de perogrullo: pasó de jugar en la -tal vez- mejor de todas a ser parte del peor equipo del gran escenario en 2015.

El padrino

La determinación era algo que Booker llevaba consigo, y se lo hizo saber a Kobe Bryant la primera vez que lo tuvo enfrente, en un partido de marzo de 2016, cuando la Mamba ya se encaminaba al retiro: en su primer 1 contra 1, el pibe le tiró al crack un fade away, lanzamiento con paso hacia atrás característico de la leyenda.

En ese momento, Bryant no dijo nada. Pero al final del partido lo encaró. Booker no sabía qué esperar. “¿Sabés qué? Yo le hice lo mismo a Michael Jordan la primera vez que lo enfrenté”, le soltó Kobe, quien lo invitó a su vestuario. Terminaron hablando 20 minutos -el pibe pensó que serían 2 o 3-, el de Los Angeles Lakers le dio su teléfono y le firmó el programa del partido y las zapatillas.

Las zapatillas que Kobe Bryant le firmó a Devin Booker después de su primer partido en contra en la NBA. Foto Instagram

“¡Para el jovencito!”, escribió en una de ellas. En la otra, en tanto, le dejó otro mensaje: “Para Book. Sé legendario”. Ahí va Booker, cinco años después, dispuesto a cumplirle aquel pedido. Cuando en la noche de este domingo los Suns enfrenten a Milwaukee en el juego 3 de las finales (desde las 21 de Argentina), el pibe buscará quedar a un pasito de la gloria que Bryant tan bien conoció.