Veneno en mi agua | Investigación especial

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Por Patricia Curiel y Gibrán Mena / Quinto Elemento Lab + Data Crítica

“Tu hija está muy joven para estar orinando arsénico”, le dijo un médico a Claudia González, ejidataria de San Juan de Los Planes, un poblado a media hora de La Paz, Baja California Sur. Era 2012, Fernanda Ibarra González, su hija, tenía 15 años y un análisis reportó 10.43 microgramos de arsénico por litro en su orina. Casi el doble de lo considerado a nivel internacional como un nivel de riesgo de arsénico en el cuerpo.

Investigadores habían analizado la orina de 275 personas en esa región. “Doña Leonarda tenía 301 microgramos por litro”, dijo en entrevista Claudia González acerca de una vecina; “Efrén, su hijo, 165”, leyó de una lista inconcebible que le entregaron los académicos y de la que aún conserva fotografías. Habían estado bebiendo agua con arsénico.

Claudia González, defensora del agua en Los Planes, Baja California Sur. Foto: Leonardo Castorena

Madre e hijo superaban 47 veces, ella, y 26, él, el límite reconocido por comités científicos internacionales como el riesgo de ingesta tolerable para la salud. “Nos quedó claro por qué se habían muerto de cáncer muchos familiares y por qué otros están enfermos de cáncer”, dijo Juan Ángel Trasviña, especialista en contaminación ambiental. La población jamás ha recibido algún aviso de autoridades locales sobre los niveles de arsénico en el suministro de agua, dice González.

Lista de resultados sobre el análisis de arsénico en orina en habitantes de Los Planes. Cortesía Claudia González

Trasviña y González han reunido evidencia que apunta a los residuos de 100 minas abandonadas en la zona como fuente del arsénico, pero este mineral, que también se encuentra de forma natural en la corteza terrestre, llega también al agua por la extracción descontrolada, según investigaciones científicas en México y el mundo. El arsénico y el fluoruro ya alcanzaron pozos de casi todo el país, en cantidades superiores al nivel máximo permisible de la Organización Mundial de la Salud.

Un análisis realizado por Data Crítica y Quinto Elemento Lab a una base de datos oficial que ha pasado años casi inadvertida reveló que el arsénico, de hallarse en niveles altos en 17 estados durante 2012, se expandió a pozos de 24 estados en 2018, el último año de registros completos. Aunque se tomaron menos muestras de agua en 2019 y 2020 que en los años anteriores, los niveles de arsénico continuaron mostrando niveles elevados. Y las autoridades no han informado a la población.



Según los datos de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), ha habido altas concentraciones de arsénico en pozos de Guadalajara, Jalisco; en La Paz, Baja California Sur; en Hermosillo, Sonora; también en Villa de Cos, Zacatecas; y en Tlajomulco, Jalisco, que son los nuevos rostros de una crisis que antes estaba limitada a ciertos lugares en La Laguna, Hidalgo, San Luis Potosí y Guanajuato. Datos del gobierno de la Ciudad de México revelan que también está presente en pozos de 6 de las 16 alcaldías de la capital.

En 2018, el año en que más muestras se tomaron, 41 por ciento de los pozos muestreados sobrepasaron el umbral internacional de riesgo de impacto a la salud para arsénico (0.01 mg/L). Y estos lugares o sus fuentes de agua no están cerca de minas y residuos abandonados como es el caso de Los Planes.

Los Planes salta a la vista en este análisis. Este pueblo, dedicado a la agricultura, la construcción y la pesca deportiva, es una de las localidades con niveles más tóxicos de arsénico en el agua subterránea de La Paz. Este municipio ocupa uno de los primeros lugares en un ranking letal: el número de pozos con niveles altos de este mineral creció a más del doble entre 2012 y 2019, de acuerdo con el análisis de datos realizado para esta investigación.

La red que mide la expansión

Para obtener indicadores de la calidad del agua en México, la Conagua creó la Red Nacional de Medición de Calidad del Agua (Renameca), de la que en 2012 tomó muestras en 3 mil 858 sitios, de los cuales 3 mil 039 eran aguas superficiales (ríos, lagos, presas, aguas costeras) y 819 sitios de agua subterránea (pozos).

La base de datos de esta Red recoge los resultados de la presencia de diversos contaminantes en 121 mil muestras tomadas entre 2012 y 2020. El análisis de Data Crítica y Quinto Elemento Lab se concentró sólo en las más de 11 mil muestras tomadas en pozos que extraen agua subterránea; alrededor del 90 por ciento del agua dulce no congelada en el mundo es subterránea.



El análisis reveló que, además del arsénico, otro mineral cuya presencia se expandió notablemente en altas concentraciones esta década fue el fluoruro, que, como el arsénico, también está en la naturaleza y tiene efectos nocivos en la salud. El consumo excesivo de fluoruro puede causar deformidades en los huesos o volverlos frágiles y quebradizos; también puede provocar la calcificación de tendones y ligamentos, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Este organismo indica una guía de 1.5 mg/L, pero advierte que para definir límites nacionales, se deben considerar factores como el clima y el volumen de ingesta de agua, entre otros.

En 2012, el fluoruro estaba por encima del límite considerado de riesgo de fluorosis dental por científicos mexicanos y agencias internacionales (.7 mg/L) en 25 estados; en 2018 lo estaba en 30. Ese año, 41.6 por ciento de los pozos muestreados rebasaron el límite de riesgo.

Estos elementos llegan al agua de consumo de la población debido a que en México sólo 257 potabilizadoras son capaces de remover arsénico o fluoruro, y sólo 173 están en operación, de acuerdo con una solicitud de información hecha para esta investigación a Conagua. Hay mil 256 potabilizadoras en el país, es decir que sólo 1 de cada 10 potabilizadoras remueven arsénico o fluoruro.



Del agua de la llave, el arsénico pasa a los alimentos que se cocinan con ella. El médico Javier Morán lo descubrió en estudios en frijoles, salsa y literalmente hasta en la sopa. Su colega, el doctor Javier García Salcedo, explica que este mineral actúa como una llama que “enciende el combustible” de cualquier predisposición genética a desarrollar cáncer, explicó. El médico internista ha visto la evolución de este problema en Torreón y Durango.

La norma mexicana de arsénico tolera un riesgo de más del doble internacional. “En el mundo la norma es 0.01 miligramos por litro. En México, 0.025. A fin de cuentas puedes tener 0.01 nada más, debería ser 0, porque los metales se van acumulando. Te va a hacer daño, a lo mejor tarda más, pero te va a hacer daño de todos modos”, advierte García Salcedo.

Según los expertos, en algunos casos una de las primeras muestras de exposición al arsénico es el desarrollo de grandes lunares en la piel. Con el tiempo, los efectos se van agravando. “Se les van poniendo negros los pies hasta que se los cortan”, explicó el doctor Javier García Salcedo. El médico ha atendido alrededor de 300 casos de la gangrena conocida como “pie negro” en San Pedro y Francisco I. Madero desde sus años de estudio en 1973.

“En el caso del arsénico, las enfermedades se manifiestan a los 10, 15, 20 años”, explicó Teresa Alarcón Herrera, académica del Centro de Investigación en Materiales Avanzados (Cimav), del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. La exposición prolongada a este metal pesado está asociado al desarrollo de distintos tipos de cáncer, deficiencias cognitivas en niños, infertilidad y diabetes.

Habitantes de La Laguna ya muestran muerte de tejidos por el consumo prolongado de arsénico. Foto: Jesús Peña/Vanguardia

Millones de personas expuestas

En México, más de 12 millones están expuestos a estos elementos tóxicos, pero a diferencia de Claudia González, no lo saben. Investigadoras como la doctora Teresa Alarcón Herrera y otros especialistas de universidades mexicanas y estadounidenses hicieron un cálculo: 8.81 millones expuestos a arsénico por encima del límite permisible según la OMS y 3.05 millones a fluoruro, de acuerdo con una de las más recientes investigaciones.

Otros cálculos, como los del hidrogeólogo José Joel Carrillo, estiman la exposición a fluoruro —solamente en la parte este de la Sierra Madre Occidental— en alrededor del 15 por ciento de la población, 19 millones de personas. Un estudio de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, obtenido vía transparencia para esta investigación, reconoce la cifra de exposición en 14 millones expuestos a ambos tóxicos, citando un estudio de las universidades autónomas de San Luis Potosí y Guanajuato.

La exposición al arsénico podría causar al menos 13 mil 70 casos adicionales de cáncer concentrados en los estados del norte y centro del país, los más afectados, de acuerdo con Teresa Alarcón, investigadora del Cimav. Estos estados tienen mayores concentraciones de arsénico y fluoruro debido a estar sobre un eje volcánico.

Sin embargo, esta no es una fotografía completa. Estas estimaciones parten solo de los pozos muestreados por Conagua y no de la totalidad de pozos que operan en el país: “es una subestimación de la carga real de la exposición y de la enfermedad para el país como un todo”, añadió Teresa Alarcón. Por lo tanto, la proyección de enfermos con cáncer u otros padecimientos debido al consumo de agua envenenada podría ser mayor.

Pero es poco lo que podemos conocer. La información sobre los crecientes niveles de arsénico y fluoruro en el agua no ha detonado la creación de un programa de vigilancia epidemiológica para las enfermedades que causan, de acuerdo con la respuesta vía Transparencia del Centro Nacional de Programas Preventivos y Control de Enfermedades de la Secretaría de Salud. El gobierno únicamente monitorea la fluorosis dental, la consecuencia menos dañina del consumo de fluoruro. No hay programa de monitoreo de enfermedades provocadas por la ingesta de arsénico.

Más aún, a partir de 2018 el gobierno federal cada año ha tomado menos muestras de calidad del agua de la red de monitoreo, que es el termómetro que permitió pulsar la evolución del problema. Pasó de 2 mil 260 pozos muestreados en 2018 a poco más de la mitad (mil 192) en 2020.

“Está comprobado, no hay duda de que los casos de cáncer son debido al consumo del arsénico que no solamente viene en el agua sino a través de alimentos contaminados”, dijo Reina Castro, senadora suplente e investigadora de la Universidad de Sonora. “Aquí las autoridades del estado nos dicen que [el cáncer] es por nosotros que comemos mucha carne asada, imagínate”, acotó entre risas. Los casos de cáncer en la demarcación ya triplicaba la mediana nacional desde 2013, aunque hoy se ha disparado hasta superar 27 veces, de acuerdo con datos de Egresos Hospitalarios.

Reina Castro, investigadora de la Universidad de Sonora, afirma que los casos de cáncer en Sonora son debido al consumo de arsénico. Foto: Rosa Luxemburg Stiftung

Aunque no es posible comprobar que todos los casos de cáncer se deban al consumo de arsénico, los especialistas relacionan la presencia de este metal en el agua que toman millones de mexicanos en distintas regiones del país, junto a otras causas, con la prevalencia de esta enfermedad y otras relacionadas.

Es una potencial crisis de salud a mediano plazo que Claudia González busca evitar a los habitantes de la región de La Paz, Baja California Sur. Ella se convirtió en activista el día que supo que el agua para beber de Los Planes contenía arsénico. Su hija, Fernanda, no vivió las peores consecuencias gracias al aviso temprano, pero el inminente peligro motivó a González, hasta entonces dedicada al trabajo en hotelería y a su hogar, a organizar reuniones para alertarlos. Así, después de los juegos de lotería que organizaba, explicaba a sus vecinos la conexión entre el arsénico y la industria. Su objetivo es detener a las mineras en su comunidad, una de las causas que explican este fenómeno en la zona.

Claudia González se convirtió en activista para informar a su comunidad sobre el riesgo de consumir arsénico y frenar el paso a la industria minera en Los Planes. Foto: Leonardo Castorena

En Los Planes, activistas como Juan Ángel Trasviña asocian la presencia de arsénico con las 800 mil toneladas de desechos tóxicos que dejó la extracción de oro entre 1784 y 1984 en la región. La población se movilizó para impedir la entrada a la empresa canadiense Argonaut Gold, que buscaba establecer la mina de oro La Pitalla.

Impulsados por Claudia González y la organización que cofundó, Medio Ambiente y Sociedad (MAS), han detenido el proyecto minero Los Cardones que pretende instalarse al sur de Los Planes. “Por cada gramo de oro que se extrae se liberan mil 360 gramos de arsénico. Es una locura”, dijo Juan Ángel Trasviña, especialista en contaminación ambiental y también cofundador de MAS, de acuerdo con información de una Manifestación de Impacto Ambiental de la empresa.

Juan Ángel Trasviña, fundador, junto con Claudia González, de la organización Medio Ambiente y Sociedad. Foto: Leonardo Castorena

Extractivismo, pozos fuera de control

Pero la minería no es la única responsable. A 384 kilómetros al norte de Los Planes está la zona de Comondú. “Toda la Sierra La Giganta tiene arsénico por la geología volcánica marina orgánica. Hay unos depósitos de piedra muy verde, y estos tienen un nivel bastante elevado porque en las comunidades rurales de los estudios que hice aparecen siempre desde 30 microgramos (3 veces el límite de la OMS) hasta 150 microgramos (15 veces) por litro”, explicó Florence Cassasuce, empresaria de Baja California Sur y ex integrante de la organización de defensa del agua Niparajá.

“Las comunidades que tienen arsénico están del lado del que no hay minería, la veta [volcánica] llega hasta el Pacífico, donde hay grandes campos agrícolas que exportan fresas y diferentes hortalizas”, explicó Cassasuce.

Esto indica que además de la contaminación minera, hay otros mecanismos que explican la presencia de estos elementos. Uno de ellos es el bombeo del agua, fuera de control en México y que intensifica los procesos de liberación en el agua de estos minerales, presentes en el subsuelo, según científicos expertos en el tema en el mundo. En México, un grupo de académicos probó con estudios en Aguascalientes (2007), Morelos (2014), San Luis Potosí (2018) y Baja California Sur, que la extracción intensiva de agua modifica los flujos subterráneos del agua.

Alessia Kachadourian, experta en ingeniería ambiental de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) explicó así el impacto que tiene el desordenado uso de pozos en México: “Cuando tú metes un pozo, éste es el principal acelerador o modificador de la composición del agua,” dijo. “En México los pozos están operando día y noche o a merced de lo que necesite el usuario: si es pequeño agricultor entonces sólo prende la bomba tres horas y si la refresquera lo necesita, pues opera de forma permanente. Es necesario evaluar la industria de los pozos de agua”. El agua viaja a grandes distancias y profundidades a través de redes subterráneas. El tipo de subsuelo, el tipo de pozo y la intensidad de la extracción tienen un impacto directo en la salubridad del agua que se extrae, explicó Kachadourian.

Diseño: Dzoara Fonseca

En el país, sólo 33 por ciento del agua subterránea está concesionada para los usos doméstico y público urbano. El resto está destinado al uso industrial, agroindustrial, comercial, pecuario y generación de energía eléctrica, responsables de la mayor carga de la extracción de agua en México, de acuerdo con información del Registro Público de Derechos de Agua (Repda) de la Conagua.

El bombeo intensivo es reconocido también por el gobierno federal mexicano como una de las causas del problema en el documento “Evaluación de Riesgo por hidroarsenicismo e hidrofluorosis”, entregado desde 2015 a la Conagua por su brazo investigador, el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua y que no ha tenido efecto en el diseño de políticas públicas en torno a la construcción de pozos, su operación, la capacidad de medición de la extracción del agua, o el tratamiento en plantas potabilizadoras. Tampoco detonó esfuerzos por informar a la población, más allá de la publicación de los datos en crudo en el blog de Conagua a partir de 2019.

Informe entregado en 2015 a la Conagua por el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua.

Después de meses de solicitar una entrevista para este reportaje, la Conagua ofreció cita hasta enero de 2022, mientras la Comisión Federal para la Protección Contra Riesgos Sanitarios, que vigila la inocuidad de los alimentos y bebidas, no respondió a la solicitud para este reportaje.

Pilar López recolecta desde 2007 recortes de prensa sobre el ambiente en la región lagunera. En una bodega guarda 11 mil notas que muestran el gran cambio que ocurrió en esta región que comprende seis municipios de Coahuila y 16 de Durango. Ahí donde antes se cultivaba algodón, ahora se siembra alfalfa para surtir al grupo lechero Lala y otros. “La alfalfa se cultiva inundando los campos. Se necesitan a lo largo de un año dos metros de altura. Imagínate, son albercas olímpicas de agua, a diferencia del algodón, o del melón o de la sandía”, explica López. “El desierto no tiene vocación de cuenca lechera”.

Pilar López, activista en la región lagunera. Crédito: Cortesía Pilar López

Aquí nadie se salva

Los pozos de la red de monitoreo se ubican en las poblaciones para monitorear la calidad del agua de la zona. La presencia de arsénico y fluoruro se ha expandido también a regiones como la zona metropolitana de Guadalajara, una de las más pobladas en México. El pozo San Juan de Ocotán 1, que surte a la red doméstica con agua sin pasar antes por una potabilizadora, superó en 2016 y 2017 entre 1.5 y 2.5 veces el nivel máximo permisible marcado por la OMS para arsénico y hasta 5 veces el nivel para fluoruro.

El consumo de fluoruro produce fluorosis, que se manifiesta en manchas en los dientes, fenómeno que era visto en poblaciones marginadas de las ciudades, donde las familias beben agua directamente de la llave por no poder costear la embotellada, y que ahora pueden observarse en vecinos de colonias ricas de Guadalajara como Colinas de San Javier, de acuerdo con Kachadourian.

Los municipios de Los Altos de Jalisco tienen niveles de arsénico por encima del límite de la OMS, salvo Cañadas de Obregón, Cuquío y Yahualica. Mexticacán, Teocaltiche y San Juan de los Lagos encabezan la lista con los niveles más altos, según investigaciones publicadas en la Revista Panamericana de Salud Pública. “En esa zona se presentan deformidades por las altas concentraciones de arsénico y fluoruro”, dijo la doctora Teresa Alarcón Herrera.

En Durango, estudios independientes ya tomaron muestras de embotelladoras y concluyen que la población ingiere arsénico, aunque no beba agua de la llave. Un análisis del Instituto Politécnico Nacional en 30 purificadoras de agua encontró que en todas se excedía la norma nacional e internacional en bebidas para fluoruro y en 6 de cada 10 la de arsénico, a pesar de que la mayoría de ellas mostraron reducir entre 20 y 97 por ciento los niveles respecto de los pozos de origen para fluoruro y entre 14 y 97 por ciento en el caso de arsénico.

Una base de datos propia del Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex), obtenida para esta investigación, indica que en 2020 se violó la norma internacional de arsénico en 28 pozos distribuidos en Tláhuac, Tlalpan, Coyoacán, Iztapalapa, Iztacalco y Azcapotzalco.

En la Ciudad de México, los territorios chinamperos de Xochimilco y Tláhuac tienen los niveles registrados por la red de monitoreo más altos de arsénico en aguas superficiales de la Ciudad de México. Aunque con niveles comparativamente menores que los vistos en el resto del país, con sus aguas se riegan hortalizas de las chinampas que van a dar a la Central de Abastos.

Campos de cultivo en Xochimilco, Ciudad de México. Foto: Gibrán Mena Aguilar

Investigaciones advierten que, a pesar de que el arsénico se queda principalmente en la raíz y tallo de cultivos como la lechuga, o los del chile jalapeño, serrano y chilaca, una pequeña parte puede llegar a las hojas.

De acuerdo con la Asociación Internacional de Hidrogeología, con datos también de Sacmex, entre 2012 y 2017 el nivel de arsénico se incrementó en al menos 57 pozos de la Ciudad de México en el área central de Xochimilco, y noreste de Milpa Alta.

El arsénico se vende hasta en tiendas. De acuerdo con informes obtenidos vía solicitud de información a la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), muestras tomadas a botellas de 600 ml. de agua mineral Peñafiel, obtenidas de tiendas de abarrotes en Jalisco y Estado de México, excedieron la norma mexicana, 0.010 mg/L para arsénico. En las pruebas más recientes de finales de abril y mayo de 2019, tres botellas diferentes mostraron 0.0132, 0.0135 y 0.0172, respectivamente. En Estados Unidos el agua mineral de la marca fue retirada de los estantes de consumidores en 2019.

Informe de resultados de muestras tomadas a botellas de 600 ml. de agua mineral Peñafiel en Jalisco.

Soluciones posibles

Según expertos entrevistados, hasta este día, el único esfuerzo del gobierno para reducir la exposición al arsénico ha sido instalar plantas potabilizadoras que remueven este mineral. Pero incluso esos esfuerzos son poco significativos frente a la magnitud del problema. De entrada, sólo 7% de los municipios tienen una planta que trata el agua que surten a los hogares. Y sólo 1 de cada 10 potabilizadoras existentes remueven el arsénico.

En Hermosillo hay dos plantas de tratamiento, ninguna de las cuales remueve este mineral. Cerca de Los Planes se inauguró en 2015 una planta potabilizadora que removería el arsénico. El ayuntamiento reportó al Censo Nacional de Gobiernos Municipales que en 2018 no trató una sola gota de agua debido a “fallas en el equipamiento desde su puesta en marcha”. Al año siguiente tampoco funcionó. “Funciona por temporadas, por ejemplo, hace dos semanas funcionaba, pero esta no”, dijo Claudia González recientemente, en noviembre de 2021.

En Torreón, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, anunció en marzo de 2021 la construcción de una nueva potabilizadora para la región de La Laguna. “El presidente está pensando en la potabilizadora porque urge que la población tenga agua limpia libre de arsénico, pero lo que representa es liberar el agua subterránea de los acuíferos para que se la acaben los lecheros. El desierto no tiene vocación de cuenca lechera”, dijo Pilar López.

Con los años, el doctor García Salcedo ha visto parte de ese desierto poblarse con casos de “pie negro”. “La pregunta es ¿por qué le tengo que quitar al agua el arsénico si puedo tener agua sin arsénico evitando la sobreexplotación?”, cuestiona.

Las soluciones que proponen los expertos requieren una cirugía mayor. Implican replantear todo el régimen de concesiones del agua que existe actualmente en el país. Las propuestas de solución están esperando en las distintas versiones de la Ley General de Aguas que lleva ocho años de retraso en la Cámara de Diputados: poner medidores que reporten la extracción de agua de las industrias; cobrar su explotación de acuerdo con ganancias de los concesionarios; reducir la concesión a menos de 30 años y evitar que se renueve automáticamente; vigilar que sólo se extraiga el agua autorizada en la concesión y normar y vigilar la construcción y operación de pozos son algunos de los puntos que los expertos proponen para regular el mercado del agua en México.

Instalaciones del Sistema Municipal de Aguas y Saneamiento de Francisco I. Madero, en Coahuila, donde se debe potabilizar el agua de consumo. Foto: Jesús Peña/Vanguardia

Lo que más preocupa a Fernanda Ibarra es el futuro de sus hijas. Cuando su madre le dijo en 2012 que orinaba arsénico, pensó en su descendencia. “Ella me lo explicó tal cual, que tenía arsénico, y lo que podía pasar, que ocasiona cáncer y otras enfermedades. Lo que más me preocupó en ese momento: ‘a mis hijos les iba a tocar’”.

Ese temor que cruzó por su mente cuando era una adolescente cobró cuerpo. Sus hijas pequeñas están expuestas al mismo peligro que ella y su madre, por el sólo hecho de habitar Los Planes. “Mi niña está ya más grande y toma de esa misma agua, de la que baja de los pozos. Tratamos de tomar de la que traen de la ciudad, pero a veces se acaba”, lamentó Fernanda.

Claudia González en Baja California Sur y Pilar López en La Laguna se enfrentan en comunidad al problema, mientras gobiernos de los tres niveles les dan la espalda. La delegación de Los Planes, municipio de La Paz, no ha informado a la población sobre el peligro “ni para desmentir que estamos tomando arsénico”, dijo Claudia González. Tampoco el gobierno estatal. Pero el gobierno federal también los deja a su suerte.

En una conferencia de prensa del presidente, la entonces titular de Conagua, Blanca Cisneros, dijo el 11 de septiembre de 2020 que protegen a la población al cambiar fuentes de agua contaminadas por otras que no lo estén. “La Conagua tiene cerca de cinco mil, cuatro mil tomas de calidad del agua, que las tenemos mucho antes de que la gente tome el agua. En cuanto nos damos cuenta de ese problema vamos juntos Semarnat, Profepa y Conagua e inmediatamente cambiamos la fuente de suministro”, dijo la funcionaria, nombrada embajadora en Francia en abril de 2021.

En respuesta a una solicitud de información la Conagua informó que sustituyeron siete fuentes de suministro de agua en 2014, pero fue a raíz del derrame de sulfato de cobre de Grupo México, en Sonora. Lo hicieron en dos ocasiones más en 2016 en Guanajuato, por presencia de fierro y manganeso en pozos. De acuerdo con la respuesta de Conagua, no han hecho un solo cambio de fuente de agua en respuesta a la presencia de arsénico o fluoruro.

Cerca de Los Planes se inauguró en 2015 una planta potabilizadora que removería arsénico. El ayuntamiento reportó al Censo Nacional de Gobiernos Municipales que en 2018 no potabilizó una sola gota de agua debido a “fallas en el equipamiento desde su puesta en marcha”. Al año siguiente tampoco funcionó.

Cerca de Los Planes se inauguró en 2015 una planta potabilizadora que removería el arsénico. Foto: BCSNoticias

El legado

Claudia González lleva días muy ajetreados, entre las movilizaciones, su trabajo de informar a las comunidades y el cuidado de la familia. “Ni en mis locos sueños pensé que me llamaran activista, que es lo que la gente me pregunta si soy. Fue algo que por estas circunstancias se me fue formando y aquí estamos, en la lucha. Mi intención es inculcar a mis hijas y a mis nietos que hay que defender la tierra y el agua, contra todo”, dice Claudia González.

“Mi intención es inculcar a mis hijas y a mis nietos que hay que defender la tierra y el agua, contra todo”, dice Claudia González. Foto: Leonardo Castorena

Y su lucha ya tuvo efecto. Su hija Fernanda Ibarra dice estar muy orgullosa de la defensa del territorio que emprendió hace años su mamá. Entonces Claudia y su organización organizaban loterías entre la gente del pueblo, e invitaban a algún médico aquí y allá, de vez en cuando, para que les informara de los peligros del arsénico en el agua. Fernanda aprendió de su madre. Ahora hace todo lo posible para cuidar que sus hijas no pasen por lo que ella vivió. La lección es que debe cuidarse una vida digna antes que las ganancias de intereses privados, dice. Es una lección que quiere dejar para sus hijas.

*Marcela Nochebuena contribuyó con esta investigación

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