Erwin Tumiri se recupera, en una clínica de Cochabamba, de los golpes que sufrió en un accidente de carretera. Jorge Abrego / EFE
“No me siento inmortal. Estoy asustado por todo lo que ha pasado”, dice Erwin Tumiri. Este joven boliviano es un sobreviviente. El 28 de noviembre de 2016, viajaba como técnico de la tripulación en el vuelo de la compañía LaMia que se estrelló sin combustible cerca del aeropuerto de Medellín, Colombia, con el equipo brasileño de fútbol Chapecoense a bordo. Murieron 71 personas y Tumiri estuvo entre los seis que se salvaron. El martes, un autobús se desbarrancó de madrugada en la carretera que une la ciudad de Cochabamba con Chimoré. 21 personas murieron en el accidente. Erwin Tumiri estaba en el pasaje y, una vez más, tuvo apenas unos rasguños.
“El bus iba con exceso de velocidad, así que presentí que algo iba a pasar”, relata. Cuando el vehículo se salió de la carretera y comenzó a caer y a golpearse contra la montaña, supo que debía aferrarse lo más fuerte que pudiera. Tumiri no pensó en su anterior accidente, no tuvo tiempo para eso. “Solo me agarré duro de los asientos”, indica. Cuando el bus dejó de dar vueltas, logró salir de alguna manera que no recuerda bien. “Otra gente no consiguió salir; yo sí”, explica como si pidiera disculpas. Hace cuatro años, también salió caminando del avión estrellado en Colombia. Ayudó incluso a una aeromoza. Ambos fueron los dos únicos tripulantes vivos.
Su historia en el accidente de LaMia ha sido recogida tantas veces por los medios que Tumiri, después de unos meses de ocurrido, se negó a conceder más entrevistas. Su madre ahuyentaba a cualquier periodista que quisiera entrevistarlo. Hoy Erwin está de nuevo en los titulares de la prensa. ¿Se parecieron en algo ambos accidentes? Tumiri no duda: “No, no fueron parecidos”, afirma.
Tumiri, empleado hoy como funcionario del Gobierno boliviano, dice que Dios lo ha salvado. Luego del accidente de LaMia dio su testimonio en muchas Iglesias. “Papá Dios existe, está ahí. Yo pregunto por qué Señor me diste bendición a mí, si a mí me da flojera leer hasta literatura y todo eso. A veces cuando estoy en mi casa me pongo a pensar y cuestionar cosas. Ese momento no es fácil de llevar. Pero, gracias a los muchos amigos que he tenido y a quienes en esos momentos estaban conmigo, pude. Para mí fue de gran bendición”, dijo a sus correligionarios en una de estos “avivamientos”, según el relato del periodista Sergio de la Zerda en El Deber.
“Mi mamá estaba destrozada [en el primer accidente], ahora está más tranquila”, cuenta aliviado. Se recupera en Cochabamba rodeado de sus hermanas y sobrinas, que son las que establecen los enlaces con los periodistas que llaman de varias partes del mundo. Pronto volverá a su trabajo en la Dirección de Aeronáutica Civil y, como los otros funcionarios, tendrá que viajar nuevamente por aire y por tierra. A Tumiri le sigue encantando volar. Si hubiera nacido en una familia con dinero, sin duda sería piloto.
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