¿Qué estará pensando un pequeño restaurantero del Valle de México que con mucho esfuerzo ha logrado sobrevivir hasta finales de este fatídico 2020? Un pequeño hombre o mujer empresaria que tiene un restaurante y que ha logrado persistir después del severo impacto que implicó cerrar por varios meses, luego abrir con un aforo limitado, enfrentar la inseguridad cotidiana y ahora tener en el horizonte un aumento significativo en la nómina, ya que los meseros suelen ganar el salario mínimo más propinas, mismo que la Comisión Nacional de Salarios Mínimos ha decidido aumentar en un 15 por ciento. Por cierto, sin el voto del sector empresarial y en medio de la peor recesión desde 1932.
Por si fuera poco, el restaurantero en cuestión tiene que considerar pagarles a sus trabajadores administrativos el internet y la parte proporcional de la electricidad porque ellos trabajan desde casa.
De acuerdo con la Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados (Canirac), en este año los restaurantes no han tenido ni la mitad de las ventas que el año pasado y ahora con el cierre intempestivo que se anuncia en la zona del Valle de México se les va la temporada más fuerte casi en blanco. Y como la decisión se improvisó, ni siquiera pudieron planear inventarios.
Sé la reacción de un empresario muy exitoso que ha logrado construir una cadena de restaurantes con varias unidades alrededor del país y de las cuales obtiene más de la mitad de sus ingresos en las ubicadas en el Valle de México, y no es distinta para un empresario hotelero o del sector de la construcción y se resume en dos sentimientos: coraje y desasosiego.
IMPROVISACIÓN
Y SOBERBIA
La realidad de la intensificación de la tasa de contagios del por covid-19 se impuso en el Valle de México y, de manera intempestiva, el subsecretario Hugo López-Gatell ha tenido que anunciar la suspensión de actividades no esenciales. Desde hace tiempo en la Ciudad de México se habían cumplido los criterios definidos por la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, para declarar a la capital del país en semáforo rojo, sin embargo, las presiones de la Federación llevaron a que se mantuvieran las actividades sin cambios y con ello una piedra más a la montaña de absurdos de López-Gatell, quien ahora entró en la contradicción de la relevancia/irrelevancia del semáforo epidemiológico. No obstante, se ha llegado a un punto en donde ni la inmensa soberbia del subsecretario pudo evitar la suspensión de actividades, lo malo es que vamos tarde y mal, dado pues el efecto será muy limitado y también porque no va a ser fácil inhibir las reuniones familiares de Navidad y Año Nuevo.
De haberse aplicado el semáforo rojo con antelación, es probable que se podría llegar a las fiestas decembrinas con un verdadero semáforo amarillo. Desde una óptica económica, la decisión es dolorosa, pues afecta a un cuarto del PIB nacional, dado que la Ciudad de México representa el 16.1 por ciento de la economía de todo el país y el Estado de México el 8.8 por ciento. En conjunto, la zona urbana del Valle de México concentra 32 por ciento de la población ocupada.
Es entendible la resistencia a limitar actividades, pero también es miope dado que mantener la ficción de tener la epidemia bajo control aumentó el costo de oportunidad y ahora estamos en el peor escenario, muchos contagios e impacto económico amplificado.
Una buena oportunidad era cerrar del 23 de noviembre al 13 de diciembre, una vez terminado El Buen Fin, lo que habría permitido llegar a las últimas tres semanas críticas con mejores números y perspectivas.
Lamentablemente, la soberbia, improvisación y sumisión fueron más fuertes.
