Un golpe devastador
Birmania enfrenta una de sus peores tragedias en décadas tras un terremoto de 7.7 grados que ha dejado al menos 1,700 víctimas mortales, aunque se teme que la cifra supere los 3,000. El sismo, ocurrido el viernes 28 de marzo, no solo arrasó con infraestructuras vitales, sino que destruyó emblemáticos sitios espirituales, dejando una herida profunda en la identidad cultural del país.
Ciudades fantasma y ayuda limitada
En Mandalay, la segunda ciudad más importante y cercana al epicentro, imágenes desgarradoras muestran calles donde el 50% de las viviendas colapsaron. Con 20 millones de personas necesitando asistencia humanitaria según la ONU, la situación se agrava por:
- Redes eléctricas y telefónicas colapsadas
- Aeropuertos y carreteras dañados
- Hospitales y centros de salud destruidos
La doble crisis: naturaleza y guerra
El desastre se suma a un escenario ya crítico por la guerra civil que azota Birmania desde 2021. Regiones clave como Sagaing, cercanas al epicentro, eran ya zonas de intensos combates. “Si esto ocurre en Mandalay, imaginemos las áreas remotas”, comenta un testigo bajo anonimato, describiendo gritos de auxilio entre los escombros sin posibilidad de rescate.
Patrimonio espiritual en escombros
Entre las pérdidas más dolorosas está la pagoda del Buda Mahamuni, segundo sitio sagrado más importante del país. Para la mayoría budista birmana, este evento representa un golpe al karma colectivo de la nación, donde cada sufrimiento se interpreta como consecuencia de acciones pasadas.
Ayuda internacional y frágil tregua
Ante la magnitud del desastre, la junta militar solicitó asistencia internacional, recibiendo promesas de ayuda de potencias como Rusia, China y EE.UU. Mientras tanto, el Gobierno de Unidad Nacional declaró un alto al fuego de 14 días, aunque la coordinación de rescates sigue siendo un desafío en zonas controladas por distintos grupos armados.
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