En la era digital, donde las redes sociales han redefinido la interacción humana, la tendencia de tomarse selfies se ha convertido en un fenómeno omnipresente. Sin embargo, en los últimos años, algunos estudios han intentado catalogar este comportamiento como un trastorno psicológico, utilizando el término selfitis para describir la supuesta compulsión de tomarse fotos y publicarlas en redes.
Pero, ¿es realmente un trastorno? ¿O estamos ante un nuevo caso de exceso de psicologización, donde cualquier hábito moderno se convierte en una patología?
La patologización de lo cotidiano
La idea de la selfitis cobró popularidad a partir de un estudio publicado en la International Journal of Mental Health and Addiction por Janarthanan Balakrishnan y Mark Griffiths, donde se propuso que la obsesión por las selfies puede estar ligada a problemas de autoestima y un deseo de validación social. Sin embargo, hay un problema central: no existe evidencia suficiente para considerarlo un trastorno legítimo.
La American Psychiatric Association (APA) nunca ha reconocido la selfitis como un diagnóstico clínico, ni aparece en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5). De hecho, la psicología y la psiquiatría han dejado claro que la conducta repetitiva de tomarse fotos, por sí sola, no es suficiente para ser considerada una patología.
El problema aquí no es el estudio en sí, sino cómo la información ha sido malinterpretada y amplificada por los medios. Convertir hábitos modernos en enfermedades es una tendencia peligrosa que trivializa los verdaderos trastornos psicológicos, como la ansiedad social o los trastornos obsesivo-compulsivos (TOC), los cuales sí tienen bases científicas sólidas.
El riesgo de la psicología como agente patologizante
En las últimas décadas, ha habido una tendencia a convertir comportamientos comunes en enfermedades, lo que algunos expertos llaman la “patologización de lo cotidiano”. La autoayuda, el marketing y los medios de comunicación han contribuido a esta narrativa, haciendo que cualquier comportamiento que se salga de un supuesto estándar de “normalidad” sea tratado como un problema clínico.
Este fenómeno tiene consecuencias negativas:✔ Desinforma y genera alarma social al exagerar conductas normales.✔ Minimiza la seriedad de los trastornos reales, desviando la atención de quienes verdaderamente necesitan apoyo psicológico.✔ Alimenta la medicalización excesiva, promoviendo la idea de que cualquier comportamiento necesita tratamiento.
El verdadero debate: Redes sociales y bienestar emocional
Más allá de la falsa “enfermedad” de la selfitis, sí existe un debate legítimo sobre el impacto de las redes sociales en la salud mental. La exposición constante a imágenes idealizadas en plataformas como Instagram puede afectar la autoestima, generar ansiedad y fomentar comparaciones poco saludables.
Pero en lugar de etiquetar el acto de tomarse selfies como un trastorno, el enfoque debería estar en la educación digital, el desarrollo de una autoestima sólida y el fomento de hábitos saludables en el uso de redes.
La clave no es satanizar las selfies ni considerarlas una enfermedad, sino entender que su uso excesivo puede ser un síntoma de problemas emocionales preexistentes, no una causa en sí misma.
Conclusión: Entre la ciencia y el sensacionalismo
La idea de la selfitis es más un producto del sensacionalismo mediático que una realidad clínica. Aunque algunas personas pueden desarrollar una relación poco saludable con las redes sociales, etiquetar cualquier comportamiento frecuente como un trastorno es un error.
La psicología tiene un papel fundamental en la comprensión del comportamiento humano, pero cuando se convierte en un agente patologizante, corre el riesgo de distorsionar la realidad y generar una sociedad que se percibe más enferma de lo que realmente está.
En tiempos donde la información se propaga a velocidades vertiginosas, es crucial cuestionar lo que leemos y diferenciar entre ciencia y exageración. Porque no, tomarse selfies no es un trastorno mental—pero creer ciegamente en todo lo que se viraliza, tal vez sí sea un problema.