Todo estaba preparado. El Coliseo Romano como telón de fondo en una refrescante tarde primaveral. Delante, un sillón de cuero para el papa. Y decenas de miles de romanos, peregrinos y turistas prestos a presenciar el viacrucis, una de las celebraciones más destacadas del calendario religioso católico.
Pero minutos antes de que comenzara la celebración el viernes 29 de marzo, la pesada silla para Francisco fue retirada. Inesperadamente, el pontífice de 87 años no participaría en el acto. La agencia de noticias AFP informó más tarde sobre una “medida de precaución”, citando a una fuente en el Vaticano. Otras fuentes hablaron de una prohibición de los médicos. Como sea, es la segunda vez consecutiva que Francisco no participa personalmente en esta fiesta tan relevante para la Iglesia católica.
Gripe y silencio
Pero con la cancelación de último momento, resurgieron las preocupaciones sobre la salud de Jorge Mario Bergoglio. Desde hace más de un mes, el papa no ha parecido realmente sano. Ocurrió ya que citas confirmadas con meses de antelación fueron canceladas, o que Francisco apareció en reuniones oficiales con invitados del extranjero sin mascarilla pese a haber declarado estar con gripe.
En numerosas ocasiones Francisco ha recurrido a la silla de ruedas para desplazarse. Imagen: Alessia Giuliani/ipa-agency/picture alliance
A menudo se reunió con grupos más pequeños en alguna de las salas del Palacio Apostólico, pero no pronunció sus discursos, delegando en alguna ocasión esa tarea a algún ayudante. Al papa se le oye toser y carraspear, y cuando habla su voz suena rasposa y débil. También se lo ha visto ido, como en el Domingo de Ramos, una semana antes de Pascua, cuando apareció para celebrar la misa en la plaza de San Pedro. Estaba todo listo, las cámaras ya enfocaban al papa y el público ya esperaba su mensaje. Francisco, en cambio, permaneció en silencio, absorto.
87 años y tres meses
Esto marcó el inicio de la semana previa a la Pascua, pero casi resume los altibajos de los últimos meses. El Domingo de Ramos, Francisco guardó silencio. El jueves siguiente, en la llamada Misa Crismal, predicó con voz firme durante 22 minutos. El jueves 28 de marzo en la tarde, en recuerdo de la última cena de Jesús con sus doce discípulos, lavó los pies de doce mujeres. El Viernes Santo, Francisco se saltó la conmovedora celebración en el coliseo.
Una cosa está clara: Bergoglio padece una enfermedad pulmonar desde su juventud y ha estado en el cargo 13 años. A sus 87 años y 3 meses, es un hombre anciano. Si nos fijamos en la lista de los papas con mayor edad en los casi 2.000 años de historia de la Iglesia católica, Francisco ocupa el tercer puesto. En octubre podría superar a Clemente XII (1758-1769) con 87 años y 305 días. Y claro, la edad ya pesa en el cuerpo de Francisco. Desde hace años, debido a un problema en las rodillas, necesita apoyarse en un bastón y cada tanto usa una silla de ruedas. Además, ha sido sometido a dos operaciones intestinales en los últimos años, y cada una requirió largas estadías hospitalarias.
Su cirujano Sergio Alfieri, jefe del departamento quirúrgico de la Clínica Gemellio de Roma, dijo esta semana al Corriere della Sera que “el santo padre tiene la cabeza de una persona de 60 años y logra sin problemas estar por delante de nosotros mientras sigue al frente del Vaticano. Sin embargo, tiene las dificultades de un hombre de 87 años, lo que es normal”.
El corresponsal neerlandés Hendro Munsterman, quien el viernes reportó desde el coliseo, espera que el programa de actividades del papa se reduzca. En su opinión, es evidente que “necesita energía para su cargo”, y que cuando tiene que cesar sus actividades, él mismo se siente culpable por ello. Francisco nunca toma vacaciones, por ejemplo.
Problemas con las ganas de viajar
El viaje más reciente de Francisco al extranjero fue hace más de seis meses. En septiembre de 2023, viajó a Marsella, en el sur de Francia, donde estuvo un día y medio. A finales de noviembre, tenía muchas ganas de asistir a la cumbre mundial sobre el clima en Dubái, y de hecho el viaje ya había sido planificado por el Vaticano. Finalmente no se pudo producir, aparentemente por presión de los médicos. A finales de abril de este año, el papa espera visitar Venecia. En agenda hay viajes a Asia en agosto y Bélgica en septiembre.
De momento, poco queda de los largos viajes del papa. Francisco ha debido conformarse con cortos trayectos en su pequeño Fiat rumbo a las clínicas romanas para someterse a exámenes.
(dzc/rr)