Los mosquitos son una mayor amenaza de salud pública mundial con el cambio climático

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Si bien los casos de malaria son mucho menores que hace 20 años en el área de Busia, el estancamiento del progreso significa que la enfermedad continúa erosionando la salud, los ingresos y el futuro de las familias.

“Cuando hay un caso de malaria en la casa, la vida se suspende”, dijo Mary Oketeti, una agricultora que vive aproximadamente a una hora en auto a las afueras de la ciudad de Busia. Ella contrae malaria tres veces al año y su hija de 12 años, el doble. La familia entonces tiene que gastar lo necesario para el tratamiento.

“Si hay un pollo en la casa, lo vendes”, dijo.

Un pollo podría valer 600 chelines kenianos, o 5 dólares; un viaje a la clínica médica, con transporte, una prueba de diagnóstico y medicamentos para la malaria, costará al menos esa cantidad. Los repetidos ataques de malaria impiden que los niños vayan a la escuela y que los adultos trabajen; acaban con los ahorros. Oketeti dijo que debe quedarse en casa y alejarse de los campos que cultiva para cuidar a un familiar enfermo durante unos días al mes.

Ochomo y su equipo han recibido recientemente los datos de la mitad del ensayo clínico de los repelentes espaciales. Los casos de paludismo fueron significativamente menores en las familias que los tenían en comparación con las que tenían dispositivos que utilizaban repelentes placebo. Si esa tendencia se mantiene, el próximo reto será convencer a la OMS de que avale el uso de repelentes espaciales y, luego, al gobierno keniano de que los compre.